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Violencia
de género y prevención.
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Luis
Bonino Méndez (2000), desde España Sabemos que la violencia de
género es aquella que, con diversas formas, tiene como principales víctimas a
las mujeres de todas las edades. Y existe consenso en que la prioridad de las
acciones preventivo-asistenciales contra dicha violencia debe estar dirigida
hacia la protección, la dignificación, el empoderamiento y el logro de autonomía
de las mujeres para que puedan vivir en paz, justicia e igualdad. Esta respuesta a la
violencia, en su aplicación, está cosechando poco a poco en el mundo
importantes logros que tod@s conocemos. Sin embargo, estas acciones pueden estar
generando, sin percibirlo , un efecto secundario indeseado y contrario a sus
objetivos. Este efecto consiste en que, al centrarse “en” las mujeres, puede
estar confirmando para algunos sectores la idea de que el problema de la
violencia es “de” las mujeres. Y esto -que lo creen la
mayoría de los varones y no pocas mujeres- es un obstáculo para la acción que
debe ser removido, ya que la violencia no es un problema “de” sino
un problema “para” las mujeres, siendo en realidad, y fundamentalmente, un
problema “de” la cultura masculina/patriarcal y “de” los varones. Son las normas de esta cultura las que la propician y toleran la violencia, y
son generalmente ellos quienes la ejercen de diversos modos y en diferentes ámbitos.
Y no sólo el problema no es
"de " las mujeres sino que tampoco es un problema "familiar o doméstico", aunque repercuta en estos ámbitos.
Estas definiciones, homologadoras de todos los miembros de una familia,
invisibilizan que algunos
integrantes de la familia son casi siempre las víctimas (mujeres y niñ@s), y
otros(los varones adultos o adolescentes) los agresores (en España, cerca del
95% de las personas que ejercen violencia doméstica son varones, ejerciéndola
sobre sus compañeras, hij@s propi@s o de sus compañeras, madres o hermanas)
Por todo esto, es importante
en cualquier estrategia de prevención de la violencia, señalar sin temor a los
varones como los principales ejecutores de la violencia, y hablar de violencia
"masculina" contra las mujeres. Si acordamos con lo
anterior, debemos concluir que, así como no
se puede excluir de las estrategias para combatir la violencia el intento de
transformación de las normas e instituciones sociales y culturales en las
cuales ésta se enraiza, tampoco puede excluirse a los varones como objetivo de
dichas estrategias, ya que son quienes producen mayoritariamente el problema en
lo público y en lo doméstico. Incluirlos supone no solamente –aunque esto es
fundamental para deslegitimar e ilegalizar la violencia– combatir
judicialmente sus comportamientos, sino también pensar a la violencia
masculina como objeto posible de investigación y prevención, y a los varones
que ejercen, o que pueden ejercer
violencia como sujetos posibles de prevención, detección precoz, asistencia y reeducación. Incluirlos significa, asimismo, comprometer a
los varones- como grupo social e individualmente, a romper el silencio cómplice
y colaborar activamente en la lucha contra la violencia. Desde hace algún tiempo, esta postura de inclusión
en las estrategias contra la violencia de lo que atañe a los varones, se está
llevando adelante en diversos países a través de diferentes acciones que
tienen como objetivo general lograr la erradicación de la violencia masculina.
Es una idea consensuada
entre quienes desde hace más tiempo desarrollan este trabajo, que para hacerlo,
debe realizarse desde una perspectiva asentada en la necesidad del cambio
hacia la igualdad de las relaciones de género, y en los valores de una cultura
de la paz y la responsabilidad. Esta idea deriva de la convicción de que
las acciones contra la violencia masculina no sólo deben servir para detener la
violencia grave – como muchas personas que confunden lo urgente con lo
importante podrían pensar-, sino que deben ser parte integrante de las estrategias de protección de los
derechos de las mujeres, de las de erradicación de todo tipo de violencias, y
de las de desarrollo de convivencia igualitaria entre mujeres y varones,
respetuosa, confiable y segura, y que valore los modos pacíficos de resolución
de los conflictos. La violencia de género
ejercida por varones es un problema
complejo, multideterminado, sobre el que es necesario incidir, pues sino las
acciones contra la violencia de género
quedarán incompletas. Para hacerlo es necesaria una tarea que imprescindiblemente debe destacar la responsabilidad masculina- en su
ejercicio y en su contención-, con una óptica de género, y apuntando a la
prevención, partiendo de la idea de que la violencia no es un acto de
descontrol, o justificado por razones externas al varón, sino un mecanismo de
control hacia la mujer, históricamente legitimado para los varones y que estos
usan en diversas circunstancias. Este
tarea, que supone un arduo, largo y sostenido trabajo, no puede limitarse sólo con acciones enfocadas a penalizar a los varones que han ejercido
violencia contra las mujeres, o a ayudarlos a detener sus comportamientos
. Se requiere una estrategia articulada y transversal que debe incluir al menos siete
actuaciones básicas, según los
expertos canadienses y escandinavos que son quienes hace más tiempo estudian el
problema, y que son elementos imprescindibles para el control y erradicación
del problema. Dichas actuaciones
implican acciones sociopolíticas
generales, y otras en los dispositivos educativos y sanitarios con los varones
concretos, que deben estar incluidas en un programa general que priorice la
protección de las mujeres víctimas. Ellas son: · Cuestionar la violencia como vía válida para la
resolución de conflictos entre las personas. Esta vía que
apela al poder, al control, a la puesta en acción de la agresividad humana
contra otr@s, y a la lógica del todo/nada, debe intentarse transformar en otra que tienda al pacto, al consenso y al respeto al
otr@, potenciando el poder de las personas y no el poder sobre o contra ellas · Condenar social y legalmente la violencia de género
en todas sus formas, sabiendo que esta violencia es fundamentalmente masculina,
y que es un atentado a los derechos humanos de las mujeres que como tal debe ser
considerada socialmente intolerable y condenable. Para ello hay que, primero,
visibilizarla en todas sus formas, y no solamente percibirla en los graves casos
que salen en los medios de comunicación,-ya que es tanto violencia el maltrato
físico como el abuso de la disponibilidad femenina en el hogar- y luego
establecer mecanismos de condena social y judicial efectiva para quienes la
ejercen. · Cuestionar y luchar por transformar las estructuras
desigualitarias y autoritarias -desfavorables a las mujeres y a los que tienen
menos poder-, donde la violencia
está enraizada. La democracia en todos los ámbitos, el feminismo y
la cultura de la paz son las bases
que deben sostener esta actuación, tendiente a procurar el desarrollo de
estrategias de convivencia igualitaria entre mujeres y varones, respetuosa y con
modos pacíficos de resolución de los conflictos. Es fundamental en este
sentido que los Estados utilicen todos sus recursos para favorecer la igualdad y
proteger a las mujeres víctimas de violencia. Esta actuación, por otra parte, presupone que, para prevenir la
violencia masculina -legitimada de diversos modos por nuestra sociedad-, es
necesario preguntarse en qué etapa se encuentra nuestra comunidad en relación
a la tolerancia y percepción del problema y a la voluntad política de
formulación de políticas globales de prevención. Los pasos posibles se darán
en tanto esta percepción y esta voluntad sean amplias y se amplíen cada vez más. · Trabajar para
redefinir en todos los ámbitos el
modelo y prácticas de la masculinidad tradicional y obligatoria (machista) que
la cultura propone para los varones . Este modelo, con su énfasis en la
autosuficiencia, la supuesta superioridad sobre las mujeres y la violencia como
estrategia de lograr lo que se quiere, permite creerse a los varones con el
derecho a controlar, corregir o castigar a las mujeres y por tanto favorece el
uso eventual de la violencia como estrategia para lograr lo que se quiere. Este
modelo, en algunos aspectos es también dañino para los varones, ya que propicia asimismo la violencia contra otros varones (los percibidos como
"menos hombres" o contra los iguales) y contra sí mismos ( la llamada
triada de la violencia masculina), y es limitador de la propia emocionalidad
masculina. Para la redefinición del modelo, el ámbito familiar, generando una
educación en la igualdad, el respeto y la solución dialogada a los conflictos
cobra un papel especial, así como también la jerarquización social de modelos de varones
pacíficos
y cuidadosos que no se definan por su dominación ni su aspectos belicosos o
violentos. Un aspecto de esta cuestión implica poder romper la actual y estrecha asociación
entre masculinidad, agresividad y violencia, y reemplazarla por otra que homologue violencia con
delito y masculinidad injusta, cobarde y vergonzosa. Otro aspecto implica modificar el modo en que los varones
se relacionan con las mujeres, desde el compromiso personal de los varones · Generar
actividades educativas, preventivas y de
sensibilización dirigidas a varones niños, jóvenes y adultos que les permitan
involucrarse en la transformación de la (y su) violencia masculina y en el
desarrollo de comportamientos respetuosos y cuidadosos. La creación de
motivaciones para el compromiso con el respeto a las mujeres, la paternidad participativa
y
con lo doméstico son obligados componentes en estas actividades. · Trabajar
en estrategias asistenciales y reeducativas con los varones que cometen
violencia, y especialmente con aquellos con riesgo de cometerla o acrecentarla,
procurando su detección precoz. Desde la prevención es básico
intentar actuar antes y no después de situaciones que luego son muy difíciles
de resolver . Por ello se debe insistir para que dentro de los
planes de acción contra la violencia doméstica se incluyan estrategias de
prevención primaria, secundaria y terciaria de la violencia masculina,
dirigidas a subgrupos específicos por edad y por problemática social y psicológica:
primaria, para reducir la probabilidad de aparición del problema,
transformando factores de riesgo y desarrollando las habilidades para afrontarlo.
Secundaria, detectando precozmente el problema, interviniendo rápida y
eficazmente, incluyendo la reconversión de los recursos profesionales. Y
terciaria, reduciendo los efectos del problema y evitando recidivas con
programas de recuperación y rehabilitación. · Comprometer
a
los varones a romper el silencio corporativo. Evitar que
miren para otro lado porque no son las víctimas ni se consideran agresores.
Implicarlos para que no sean cómplices por denegación de ayuda y por permitir
que quienes maltratan se sientan impunes. Y estimularlos para trabajar junto
con las mujeres en la lucha contra la violencia Y no sólo contra las
grandes violencias, sino también contra las múltiples formas de violencia
social, sexual y doméstica contra ellas. Como vemos, estas actuaciones
suponen una amplitud de
realizaciones que distan mucho de la creencia de que poco puede hacerse con los
varones y su violencia. Los varones no son “naturalmente” violentos y por
ello pueden (y deben) cambiar. Pero para ello, este cambio debe ser promovido
desarrollando dichas actuaciones enfocadas a no dejar de lado ninguno de los
diferentes factores que generan o perpetúan la violencia masculina (politicas
institucionales, la escuela, la familia, la cultura patriarcal con sus
desigualdades de género, la mente masculina, etc). En España, la conciencia social de
la gravedad del tema de la violencia doméstica y la actual preocupación e
insistencia en que el poder judicial cumpla con su tarea de defender a las
victimas y castigar a los agresores, hacen pensar que es un buen momento para
empezar a trabajar seriamente en el
desarrollo de acciones destinadas explícitamente a prevenir la
violencia masculina y a reeducar a los varones que la ejercen. Si
este momento ha llegado, como creo que así es, se hace necesario trabajar en
varios campos. Dos de ellos, el educativo y el sanitario son
especialmente aptos para desarrollar la tarea. En estos dos campos se torna
imprescindible en primer lugar alentar y fomentar la investigación sobre
la amplitud real del problema y las situaciones culturales, sociales, familiares
y personales que generan y perpetúan que los varones ejerzan violencia y
dominación, así como intercambiar ideas y experiencias entre los expertos –con
perspectiva de género- y con l@s responsables de la Administración sobre el
abordaje psicosocial del problema de la violencia masculina, nutriéndose de la abundante experiencia extranjera, y contextualizándola para
nuestras particularidades. Y específicamente en cuanto a la prevención, detección y rehabilitación de este problema, se debe
al menos, procurar : · Alentar
como parte de la formación básica y la
educación para la salud, los comportamientos igualitarios y respetuosos, así
como el aprendizaje de formas alternativas a la violencia para la resolución
de problemas y conflictos entre mujeres y varones, y formar a l@s
profesionales en ello. · Promover
la
identificación de las múltiples formas de violencia masculina y contribuir a
la ruptura de la moderna mitología social sobre el varón violento
(puesta en evidencia en la Unión Europea por el Eurobarómetro 99 sobre la
violencia doméstica) que minimiza el problema, confunde efectos, coadyudantes y
agravantes con causas, y que
legitima las justificaciones y excusas para la violencia masculina. Y hacerlo en
primer lugar con aquellos operadores sociales que están involucrados en el tema
(jueces, periodistas, sanitarios educadores) · Brindar
la
necesaria formación específica y
autorreflexiva, desde la perspectiva de género y la paz a
profesionales del área sanitaria y educativa (medic@s, ATS, trabajadores
sociales, psicolog@s, maestros, profesores, monitores, orientadores...) para que
puedan formar en la igualdad y el respeto y detectar varones violentos, o eventualmente trabajar con ellos. Para esto, no basta un
entrenamiento puntual a las personas involucradas, sino que debe ser necesario
un proceso de formación/sensibilización continuos sin el cual la interiorización
de nuevas disposiciones es imposible de lograr · Desarrollar
abordajes
que ayuden a detectar precozmente a potenciales varones que puedan ejercer
violencia física, sexuada o psicológica
en el hogar, el trabajo o la calle,
antes y no después de las violencias
graves. Varones
previolentos tales como los que están en crisis por sentimientos de pérdida
de poder (separados o desempleados por ejemplo) con problemáticas psicológicas
( especialmente depresión, conductas de riesgo y adicciones ), así como jóvenes
con tendencia a
la posesividad, al “descontrol”, matonismo, impulsividad o al
ensimismamiento, que pueden ser varones de riesgo, si están muy aferrados al
modelo masculino machista. · Desarrollar estrategias preventivas, educativas y
psicosociales para la detección y trabajo con varones dominantes,
para la transformación de su estilo de funcionamiento y la disminución del
riesgo de pasaje a la violencia · Promover el desarrollo e estrategias para lograr la
sensibilización y el compromiso de los varones, y apoyar a los varones con
deseos igualitarios para su crecimiento en la igualdad, el respeto y la
paz con las mujeres. Pueden ser ejemplo de este trabajo estrategias tan disímiles
como su formacion como agentes de igualdad o como mediadores
pacificadores en las escuelas, su presencia en los cursos de preparación para
la maternidad/paternidad, los grupos de reflexión de varones, o su
inclusión en campañas contra la violencia contra las mujeres destinadas
a varones (tales como la del Lazo Blanco, Mercurio, y la firma de manifiestos
contra la violencia por parte de diferentes grupos de varones de ciudades como
Sevilla, Jerez, Granada, Mallorca, Vilanova, Santander, etc) ) · Específicamente en el ámbito de las actuaciones
sociosanitarias es necesario desarrollar programas de tratamiento psicosocial
para varones que podrían ejercer o ejercen violencia
–prefiero esta denominación a la de maltratadores – partiendo de la idea
que deben existir diferentes y escalonados abordajes dirigidos a
subgrupos específicos por edad, situación social y psicológica y según la
gravedad y antigüedad del problema: · Estrategias de intervención psicosocial para varones
en riesgo (previolentos), o con manifestaciones iniciales de
violencia psicológica o física. Varones cuyos comportamientos hay que
tomar muy en serio como indicadores de riesgo, y en los que es preciso detectar
los activadores de su violencia · Estrategias de intervención psicosocial para varones
denunciados por maltratos , agresiones y violencias a mujeres y
varones. · Estrategias
de intervención con varones encarcelados
por violencia. · Grupos de intervención para hij@s
de varones violentos. · Estrategias
preventivo-asistenciales para varones, según el modelo de
los centros o teléfonos para “varones en crisis” escandinavos,
norteamericanos o canadienses. Para todas estas estrategias debe haber dispositivos
específicos y con personal entrenado que puedan ofertar sus servicios
sociosanitarios, en coordinación con otros servicios que trabajen con víctimas
de maltrato. · En cuanto al ámbito educativo, las estrategias con
profesores, alumnos, monitores, asociaciones de padres/madres y orientadores,
deben centrarse al menos en: ·
Programas de sensibilización contra la violencia de género,
y a favor de la igualdad, la paz y el respeto mutuos ·
Programas transversales para transformar los
estereotipos masculinos violentos, y en los que se incluyan actividades
dedicadas específicamente a los varones ·
Actuaciones para visibilizar y no silenciar el
problema de la violencia ·
Actuaciones para detectar a los chicos con perfiles de
riesgo. ·
Actuaciones de estigmatización del varón violento ·
Difusión de las
acciones de los varones que trabajan contra la violencia. En
las actuaciones específicas contra la violencia masculina que hemos descrito,
algo ha comenzado a hacerse en el año 2000 en España, pero aún casi todo está
por realizarse. Espero que este artículo pueda servir de estímulo para
quienes, teniendo poder institucional o social, puedan decidir llevar a cabo
algo
de lo que aquí se propone. Y
para concluir, y dado que como decía al principio, la violencia es
fundamentalmente un tema masculino, animo no sólo a los sanitarios y
educadores, sino a los varones de todos los ámbitos que lean estas líneas
y que creen en el respeto, la igualdad, la justicia y la paz
entre mujeres y varones, que
acepten esta propuesta: Salgan del
aislamiento, rompan su silencio, participen activamente en la lucha contra la
violencia masculina contra las mujeres en lo público y en lo privado,
denuncien, convenzan a otros varones, cuestionen sus hábitos machistas, no sean
cómplices de las violencias de otros varones, reúnanse para hablar de lo que
significa ser hombre hoy, apoyen a las mujeres, hablen con los que ejercen
(incluido uno mismo) las mil y una formas de violencias, abusos y
maltratos y no las permitan. Es de justicia, y muchas mujeres lo están esperando Texto
corregido y actualizado de artículos
publicados en ”Actuaciones
sociopolíticas preventivas de la violencia de género”, UNAF
Madrid, 2000, y " 8 de marzo”, revista de la Dirección General de la Mujer de la Comunidad Autónoma de
Madrid, , Nº 36, año 2000, y presentado en Primeras jornadas sobre violencia doméstica, organizadas por el
Ayuntamiento de Madrid, el 21 de noviembre de 2000 *Luis
Bonino Méndez. Vive y trabaja en Madrid Tel +34 91 309 3771 |
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