EL SEXO Y EL GÉNERO |
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2 EL SEXO Y EL GÉNERO
Una definición El género es la categoría correspondiente al orden sociocultural configurado sobre la base de la sexualidad. La sexualidad a su vez es definida y significada históricamente por el orden genérico. Examinemos las siguientes afirmaciones: Género es la construcción diferencial de los seres humanos en tipos femeninos y masculinos. El género es una categoría relacional que busca explicar una construcción de un tipo de diferencia entre los seres humanos. Las teorías feministas, sean psicoanalíticas, postmodernas, liberales o críticas, coinciden en el supuesto de que la constitución de diferencias de género es un proceso histórico y social, y en que el género no es un hecho natural. Aún más, es necesario cuestionar la oposición misma entre sexo y género. La diferencia sexual no es un hecho meramente anatómico, pues la construcción y la interpretación de la diferencia anatómica es ella misma un proceso histórico y social. Que el macho y la hembra de la especie humana difieren en su anatomía es un hecho, pero también es siempre un hecho construido socialmente. La identidad sexual es un aspecto de la identidad de género. El sexo y el género no se relacionan entre sí como lo hacen la naturaleza y la cultura, pues la sexualidad misma es una diferencia construida culturalmente. La experiencia vivida: asignación y reconocimiento del género Cada mujer y cada hombre sintetizan y concretan en la experiencia de sus propias vidas el proceso sociocultural e histórico que los hace ser precisamente ese hombre y esa mujer: sujetos de su propia sociedad, vivientes a través de su cultura, cobijados por tradiciones religiosas o filosóficas de su grupo familiar y su generación, hablantes de su idioma, ubicados en la nación y en la clase en que han nacido o a las que han transitado, envueltos en la circunstancia y los procesos históricos de los momentos y de los lugares en que se desarrolla su vida. El mecanismo cultural de asignación del género opera en el ritual del parto: al nacer la criatura, con la sola mirada de sus genitales, la partera o el partero dice y nombra a la vez: es niña, o es niño. La palabra, el lenguaje, es la marca que significa el sexo e inaugura el género. Y durante el resto de la vida, día a día, el ritual se repite casi imperceptiblemente: Cada persona reconoce a las demás a través de la mirada de sus cuerpos y de la escucha de sus voces, para constatar si son mujeres u hombres. Además, certifica su percepción inicial en las acciones, los comportamientos, las actitudes, las maneras de actuar y de relacionarse de cada quien, y por el conjunto de lo que cada persona puede y debe hacer, decir, pensar, sentir, desear y también por lo que no debe ni puede hacer, pensar, decir, desear. Es decir, cada quien reconoce a los o las demás, sépalo o no, reconociendo los límites impuestos a su ser-en-el-mundo por esa construcción que es el género. Significación sexual del cuerpo A partir del momento de ser nombrado, el cuerpo recibe una significación sexual que lo define como referencia normativa inmediata para la construcción en cada sujeto de su masculinidad o de su feminidad. Esa significación primigenia perdura como norma permanente en el desarrollo de cada historia personal, que es siempre una historia social. El género es una construcción imaginaria y simbólica, y contiene el conjunto de atributos asignados a las personas a partir de la interpretación cultural valorativa de su sexo. Se trata de distinciones biológicas, físicas, económicas, sociales, psicológicas, eróticas, afectivas, jurídicas, políticas y culturales impuestas. El sexo es el conjunto de características genotípicas y fenotípicas presentes en los sistemas, funciones y procesos de los cuerpos humanos. El sexo es la participación potencial en la reproducción sexual. Las personas son clasificadas en referencia a su sexo para asignarlas a su género. Puesto que en cada cultura las características concretas del reconocimiento del género varían, es claro que las características sexuales no implican mecánicamente ni de manera universal a todas las características genéricas El género implica, en cada sujeto:
El género asentado en el cuerpo, lo está en el cuerpo histórico: cada quien existe en su propio cuerpo-vivido. La sexualidad La sexualidad es el referente de la organización genérica de la sociedad y constituye el punto de partida de los caminos trazados con antelación para la construcción de cada vida. Estos caminos de la vida están tan definidos, que su percepción permite que el sentido común los atribuya a un supuesto destino. Pero el destino no existe. La sexualidad, materia del género, es el conjunto de experiencias humanas atribuidas al sexo y definidas por la diferencia sexual y la significación que a ella se da. Constituye a las personas y las adscribe a grupos bio-psico-socio-culturales genéricos y a condiciones de vida predeterminadas que a su vez delimitan sus posibilidades y sus potencialidades vitales. La sexualidad, condensada en el género, define a:
En otras palabras, la sexualidad condensada en el género define la vida, de principio a fin, de cada persona. El orden social de la sexualidad El orden fundado sobre la sexualidad es desde luego un orden de poder. En su conjunto, es un complejo mosaico de generación y reparto de poderes que se concretan en maneras de vivir y en oportunidades y restricciones diferenciales, inequitativas y desiguales. La sociedad y el Estado traducen en amalgamas de funciones diversas, los objetivos del ordenamiento, el control y la sanción de la sexualidad. Son funciones estatales ligadas al sentido de la acción social y del desarrollo, vigilar que se cumplan en la organización social genérica:
Las normas, las creencias, las costumbres, las acciones y las relaciones basadas en la sexualidad son a su vez espacios de construcción de poderes de desarrollo, de creación de oportunidades y de alternativas al orden imperante en cada círculo particular. Cada uno de estos es un complejo espacio de encuentro de diversas normatividades, asignaciones y posibilidades genéricas para cada persona. En la sexualidad patriarcal, que se estructura en torno al hombre y a todos los hombres concebidos como padres y paradigma de la humanidad, los poderes de dominio y de opresión son atributos de la masculinidad y conforman la base del gobierno del padre (patriarcado, real, simbólico o imaginario) y de la identidad genérica de los hombres. La posesión y el ejercicio diferenciados y desiguales de tales poderes se concreta en el sexismo, que da formas específicas a la imposición de exclusividades de género. Estas constituyen la base de las subordinaciones y discriminaciones intragenéricas e intergenéricas. Es en la relación entre lo opresivo y lo emancipatorio, donde las personas construyen su posibilidad de intervenir activamente en sus propias vidas y en la vida social. Lectura 3: Kate Millet. Política sexual. Cátedra, Instituto de la Mujer, Madrid, 1995. Páginas 67-82. En la primera parte de Política Sexual, originalmente publicada en 1969, la autora examina la afirmación de que el sexo reviste un cariz político que la mayoría de las veces pasa inadvertido. Su análisis incluye conceptos como poder y dominación, y se detiene en descripciones de la actividad sexual ofrecidas en la literatura contemporánea. En la segunda parte estudia la transformación de las relaciones sexuales tradicionales, desde fines del siglo XIX hasta principios del XX, y finalmente analiza las obras de diversos autores representativos de la época. |
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