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CONSTRUCCION DE LA EQUIDAD,
LA IGUALDAD Y LA JUSTICIA DE GÉNERO

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CONSTRUCCION DE LA EQUIDAD,
LA IGUALDAD Y LA JUSTICIA DE GÉNERO

UNA VISION IMPRESCINDIBLE DE LA DEMOCRACIA GENÉRICA AL
CONCLUIR EL SIGLO

Las relaciones entre mujeres y hombres

El Programa Nacional de Población 1995-2000 (PNP, mayo de 1996), considera "de crucial importancia contribuir a sensibilizar a los agentes de los diferentes sectores y órdenes de gobierno, así como a los actores que operan en los espacios organizados de la sociedad civil, para que lleven a cabo acciones destinadas a impulsar la equidad de género".

El documento define al mejoramiento de la condición social de las mujeres como un desafío en las dimensiones de la justicia y la equidad, en las que se inscribe "la incorporación plena de todas las energías creadoras y de transformación de las que México dispone y requiere".

Por ello toda la sociedad debería promover acciones integrales con las que se comprometa a asegurar que las mujeres reciban trato justo y alcancen igualdad de oportunidades y de recursos para su capacitación y su empleo, así como a garantizarles "plena equidad en el ejercicio de sus derechos sociales, jurídicos, civiles y políticos".

El PNP reconoce los obstáculos y las limitaciones que se oponen a que las mujeres participen en el desarrollo de México en condiciones de igualdad con los hombres. Su punto de partida es la evidencia de que las mujeres siguen cumpliendo funciones sociales fundamentales para la integración nacional y la formación y socialización de los hijos: las mujeres son agentes claves del desarrollo y desempeñan en él un papel protagónico. Por ello, las acciones que el PNP propone tienen como finalidad principal la participación efectiva e igualitaria de las mujeres en el proceso económico, educativo, político, social y cultural del país.

Como el texto orientador que es, el PNP "pone de manifiesto que el mejoramiento de la condición social de las mujeres y de su capacidad de decisión, autonomía y libertad personal, se expresa positivamente en todas las esferas de la vida...".

Por lo anterior, el PNP define así su objetivo:

"Promover la participación plena y efectiva de las mujeres en la vida económica, social, política y cultural del país, a fin de propiciar las condiciones necesarias para que tomen parte activa en todas las decisiones, responsabilidades y beneficios del desarrollo en igualdad de condiciones con el varón".

De esta manera, el PNP deja claro que la equidad, la igualdad y la justicia de género conforman una compleja problemática cuyo centro son las relaciones de las mujeres con los hombres y, más concretamente, la inequidad que las marca y que se expresa tanto en la condición femenina como en las situaciones de vida de las mujeres. Y también en la condición masculina y en las situaciones de vida de los hombres.

Por esas razones, el PNP enumera sus propósitos políticos, sintetizados a continuación:

  • eliminar la brecha entre la igualdad de derecho y las condiciones de hecho
  • erradicar las prácticas discriminatorias contra las mujeres, incluyendo las jurídicas
  • estimular la participación efectiva de las mujeres en el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las acciones de gobierno
  • asegurar que a dichas acciones se incorpore la atención a las necesidades, las demandas y las aspiraciones de las mujeres, tomando en cuenta lo que las hace semejantes, lo que las hace diferentes y lo que define su especificidad
  • incorporar equitativamente a las mujeres en las instancias gubernamentales, empresariales, sindicales, partidarias y civiles de decisión
  • sensibilizar en la perspectiva de la equidad de género a quienes formulan y aplican programas de desarrollo
  • realizar acciones que en la familia apunten hacia la igualdad en las relaciones entre la mujer y el varón: estimular la corresponsabilidad equitativa en el trabajo doméstico y en la atención a los menores para evitar la doble jornada laboral femenina
  • prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, apoyar a las víctimas, hacer visible esa violencia y priorizar su eliminación y la tipificación jurídica completa y rigurosa de los delitos contra la integridad física y moral de las mujeres
  • garantizar la alfabetización de las mujeres, su acceso a todos los niveles de escolaridad y su permanencia en el que les corresponda
  • incorporar la equidad de género en los contenidos de la educación escolar
  • promover el acceso equitativo de las mujeres a la producción, el empleo, los recursos financieros y tecnológicos y la capacitación, en igualdad de condiciones con los hombres
  • garantizar los derechos laborales y el mejoramiento de las condiciones de trabajo de las mujeres, así como su acceso a la previsión, la seguridad social y los servicios de apoyo
  • asegurar el acceso de las mujeres a los servicios de salud, particularmente de salud reproductiva, conforme a sus necesidades en las diferentes etapas de su vida
  • adoptar la perspectiva de género en el combate a la pobreza, tomando en cuenta que las mujeres son la mayoría de los pobres y que la mayoría de las mujeres son pobres
  • visualizar y valorar el trabajo femenino en todos los ámbitos
  • combatir ideas y prácticas que confinan a las mujeres a las labores reproductivas, domésticas y de baja productividad
  • revalorar la imagen femenina, la diversidad de roles que desempeñan las mujeres, sus condiciones de vida, sus ideas y sus opiniones
  • impulsar la participación plena de las mujeres en todos los ámbitos y en igualdad de condiciones con los hombres
  • sensibilizar a quienes crean y transmiten la cultura, así como a los funcionarios públicos, privados y civiles, para que promuevan la equidad de género y combatan los estereotipos
  • difundir los derechos de las mujeres para garantizar su ejercicio
  • crear un sistema de seguimiento de acciones gubernamentales que impulsan la equidad de género, con participación de los organismos públicos, civiles, sociales y académicos
  • promover investigaciones y diagnósticos sobre la condición de las mujeres y la variedad de sus problemáticas sociales, así como a las relaciones y las inequidades de género, para enriquecer la formulación y la ejecución de planes, programas y acciones destinadas a construir la equidad genérica.

Papel estratégico de las mujeres en el desarrollo y la democracia

Por su parte, el Programa Nacional de la Mujer 1995-2000 (PNM, julio de 1996), reconoce que la población femenina desempeña un papel protagónico y estratégico tanto en el proceso de desarrollo económico y social como en los avances democráticos. Y reitera que las mujeres realizan actividades primordiales para el bienestar familiar y el desarrollo comunitario, a pesar de lo cual sus aportes sólo se reconocen y se valoran de manera parcial.

El PNM subraya que la igualdad jurídica entre hombres y mujeres dista de reflejarse cabalmente en la cotidianidad, pues la desigualdad permea tanto a los espacios domésticos como a los comunitarios e institucionales, lo que contribuye a reproducir la desventaja vital de las mujeres.

Los requerimientos inmediatos que enumera el PNM (retomando y ampliando los expuestos en el PNP) son los siguientes:

  • alentar la participación de las mujeres en la formulación, puesta en marcha, seguimiento y evaluación de las políticas públicas
  • cuidar que los programas atiendan las demandas y necesidades específicas de las mujeres
  • llevar a cabo acciones educativas y de comunicación para generalizar la conciencia social acerca de la condición de la mujer
  • sensibilizar a legisladores y funcionarios responsables de planes y programas públicos en la opresión de las mujeres
  • actualizar y fortalecer los mecanismos jurídicos y administrativos para asegurar el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos de las mujeres, y para eliminar la brecha entre la igualdad de derecho y las condiciones de hecho
  • profundizar en el conocimiento de las necesidades y demandas de las mujeres, y hacer visibles sus aportes, mediante un sistema de información, documentación e investigación

En el PNM se asienta que sus propuestas no sólo buscan cambios materiales, sino también transformaciones en las actitudes, creencias, prácticas y conductas de hombres y mujeres, en un proceso en que se fortalezca la cultura de la igualdad y ésta sea fuente de renovación de las relaciones sociales y personales para hacerlas equitativas e igualitarias.

Los compromisos internacionales contraídos en El Cairo y Pekín

La Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD), reunida en El Cairo en 1994, abarcó, entre otros, los siguientes puntos:

  • La igualdad y la equidad entre hombres y mujeres, y la habilitación de las mujeres:
  1. Mejoramiento de la condición de la mujer
  2. Formación de las niñas
  3. Responsabilidades y participación de los hombres
  • Funciones, derechos, diversidad de la estructura y la composición de las familias
  • Derechos reproductivos y salud reproductiva, incluyendo la planificación familiar y la prevención de las llamadas enfermedades de transmisión sexual y el sida
  • Sexualidad humana y relaciones entre hombres y mujeres
  • Salud de las mujeres y maternidad sin riesgos

La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (IVCMM), realizada en Pekín en 1995, estimuló a los gobiernos que participaron en ella a adoptar un conjunto de compromisos enunciados de manera amplia y rigurosa, cuyos puntos fundamentales se sintetizan así:

  • Defender, garantizar y promover:
  • los derechos y la dignidad humana de mujeres y hombres
  • todos los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidad, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y demás instrumentos internacionales de derechos humanos, en particular la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención de los Derechos del Niño, la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo
  • la plena aplicación de los Derechos Humanos de las Mujeres y las Niñas como parte inalienable, integral e indivisible de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales
  • la potenciación del papel y el adelanto de las mujeres, incluyendo las libertades de pensamiento, conciencia, religión y creencias, para satisfacer las necesidades y aspiraciones morales, éticas, espirituales e intelectuales de mujeres y hombres

Tras definir las esferas de preocupación especial, la IVCMM define sus objetivos estratégicos y plantea la necesidad de adoptar medidas en los siguientes planos:

  • La pobreza de las mujeres
  • La educación y la capacitación de las mujeres
  • La salud de las mujeres
  • La violencia contra las mujeres
  • Las mujeres en los conflictos armados
  • Las mujeres en la economía
  • Las mujeres en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones
  • Los mecanismos institucionales para el desarrollo de las mujeres
  • Las mujeres y los medios de difusión
  • Las mujeres y el medio ambiente

Integración y construcción de equidad, igualdad y justicia de género

Los conceptos que en el PNP, en el PNM y en las resoluciones de la CIPD y la IVCMM se refieren a la atención de las necesidades femeninas y a la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida social, han sido parte del enfoque conocido como "integración de las mujeres en el desarrollo".

Después de las reuniones que precedieron a la IVCMM, celebrada en Pekín en 1995, y de ésta misma, ha quedado claro que esa integración se enmarca en una concepción y en un proceso más amplios y globalizadores que aquí se enuncian como construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género.

Este es el sentido más profundo de las formulaciones fundamentales del PNP y del PNM, y de todas las contribuciones feministas y democráticas previas sintetizadas en ellos.

Por lo anterior, la concepción de la equidad, la igualdad y la justicia de género, en todos los casos debe abarcar inexcusable y explícitamente a las niñas, los niños, las ancianas y los ancianos, así como a las personas incapacitadas.

Lo mismo sucede en lo concerniente a todos aquéllos y todas aquéllas que por cualquier razón se definan como diferentes y por ello se les dé tratamiento desigual.

La construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género presupone, además, que la paz y la participación real en la toma de decisiones son requisitos universales e ineludibles de la democracia de género y de la democracia en toda la extensión de la palabra.

 

Mujeres y hombres: necesidades, funciones, responsabilidades y aspiraciones específicas

El concepto de construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género es elaboración de la Teoría de Género y ubica en la perspectiva de ésta a la especificidad de las necesidades, funciones sociales, responsabilidades y aspiraciones que la sociedad asigna por tradición a mujeres y hombres. Emprender cualquier acción para esa construcción presupone concebir nuevas oportunidades y expectativas para unas y otros, y para sus relaciones no sexistas.

Identificar en cada caso esas necesidades, funciones, responsabilidades y aspiraciones, permite comprender cómo las mismas influyen sobre las motivaciones y las capacidades de mujeres y de hombres para involucrarse en la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia desde sus propias condiciones y situaciones. Permite igualmente apreciar la medida en que cada investigación o cada acción, aunque en lo inmediato sólo se destine a mejorar ciertas situaciones de vida, incide realmente en el cambio profundo de la condición genérica. Con tal evaluación crítica permanente, podrá saberse si la acción de que se trate refuerza y consolida o no la condición que con ella se pretende conocer y transformar, y si contribuye furtivamente o no a reproducir o acentuar prerrogativas asimétricas para hombres y mujeres.

En esa forma, es posible captar el sentido concreto de la construcción, y activar la disposición de hombres y mujeres para entender y en su caso asumir las acciones que van en esa dirección. Así podrá estimularse la participación de ellas y ellos en el diagnóstico de las situaciones, el planteamiento de las necesidades y aspiraciones, el diseño de los planes y programas, la ejecución de los mismos, el seguimiento crítico y la evaluación de los resultados.

Las acciones emprendidas para la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género deben detenerse en las funciones asignadas a los géneros, es decir, en las concepciones sobre el deber ser de hombres y mujeres, y sobre las obligaciones y responsabilidades específicas que les son impuestas culturalmente en cada sociedad.

En tanto que progenitores, tanto a los hombres como a las mujeres se les asignan cinco funciones:

  • la concepción
  • la crianza
  • la educación
  • la responsabilidad y la representación de los menores
  • el otorgamiento de estatuto social para sus hijos, desde antes del nacimiento de éstos

Los parámetros para el cumplimiento de estas funciones han sido diferentes a través de la historia, y son concebidos de maneras distintas en cada sociedad y en cada cultura. Pero siempre es posible advertir que éste es un espacio privilegiado de las relaciones genéricas inequitativas, desiguales e injustas.

Por ello, al investigar o al diseñar acciones gubernamentales y civiles, siempre resulta indispensable detenerse en las funciones y en las correspondientes necesidades prácticas de las mujeres con vistas a mejorar su situación de vida. Pero más imprescindible aún es comprender las necesidades estratégicas de las mujeres, cuya satisfacción marca el desarrollo del cambio de su condición.

Las necesidades prácticas de las mujeres son aquéllas que se centran en las funciones sociales que les son asignadas por ser mujeres. Su satisfacción está destinada a:

  • disminuir la carga de trabajo de las mujeres
  • asegurar la prevención y el mantenimiento de la salud de las mujeres, en general y de su salud reproductiva en particular
  • procurar más y mejores servicios para las familias de las mujeres

Las necesidades estratégicas de las mujeres enfocan la transformación de su lugar en la sociedad y de la concepción cultural que de ellas prevalece. Para satisfacerlas, los proyectos deben tener como metas fundamentales:

  • el incremento de las oportunidades de educación para las mujeres en todos los tipos y niveles de escolaridad y de reconocimiento oficial
  • el acceso de las mujeres a la propiedad y a la autonomía económica
  • la igualdad de oportunidades de empleo en relación con los hombres
  • el acceso igualitario a los puestos de representación, de toma de decisiones y de gobierno
  • el ejercicio pleno de todos los derechos humanos y ciudadanos, de las garantías individuales y de los derechos humanos específicos de las mujeres

En todo momento es preciso tener presente que cada faceta y cada detalle de la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género provoca en los hombres reacciones y sentimientos diferentes de los que produce en las mujeres.

Lo que para las mujeres puede ser una mínima retribución a sus esfuerzos infatigables y constituir la apertura de nuevos horizontes en sus vidas, a los hombres les puede parecer la reducción de ventajas propias cuyo carácter supuestamente incuestionable e irrenunciable parece avalado por las concepciones, las tradiciones, los usos, las costumbres y, en ocasiones, también por las leyes.

Por lo anterior, los hombres involucrados en las acciones tendientes a la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia en cualquier ámbito, pero sobre todo en el del género, precisan de informarse y reflexionar sobre el significado de su propia condición, de sus situaciones de vida y de su compromiso como funcionarios, como integrantes de una familia, como activistas y como ciudadanos. Tal reflexión debería contribuir a que desarrollen su propia conciencia de la dominación y su voluntad de cambio personal en la cotidianidad de su vida pública y privada.

Esa información y esa reflexión tienen también como meta dejar claro que la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género permite estructurar el cumplimiento equitativo de responsabilidades y obligaciones. Con ello, los privilegios, las cargas desiguales del trabajo doméstico y en los demás ámbitos, y las prohibiciones irracionales e injustas pueden dejar de ser parte de la convivencia entre los géneros, y ésta puede volverse no sólo digna y solidaria, sino también armónica y gratificante.

Integración de las mujeres y construcción de la democracia genérica

La construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género exige seguir poniendo atención especial a la integración de las mujeres al desarrollo. Porque ellas no tienen las mismas posibilidades, los mismos recursos ni las mismas oportunidades reales de que gozan los hombres, y porque es precisamente la equidad en este sentido la que se busca construir.

Las mujeres viven aún en condiciones de dependencia, subordinación, exclusión y discriminación (es decir, de opresión genérica) debidas a prácticas sociales y concepciones culturales ancestrales que determinan esas prácticas y cuyo arraigo hace parecer su transformación como algo casi imposible. Lo substancial de esas creencias y costumbres es que se espera que cada mujer sea un ser-para-otros y no un ser-para-sí misma.

En la cotidianidad, esto se materializa con la especialización asignada en exclusiva a las mujeres en todo lo referente a la reproducción: más allá del embarazo, el parto y la lactancia, se hace extensiva a prácticamente todas las labores domésticas y de servicio. Entre éstas se incluyen los cuidados del cónyuge, los menores y otros miembros del grupo doméstico y familiar, la protección de sus intereses y el mantenimiento cotidiano de sus pertenencias y espacios.

Muy a menudo este abandono o autoabandono de las mujeres se da sin que nadie, ni individual ni social ni institucionalmente considere la necesidad de tomar a cargo esas necesidades que ellas también tienen.

Situaciones de vida: ámbitos en que ha de darse la integración de las mujeres

El Programa Nacional de Población 1995-2000 (PNP, mayo de 1996), considera "de crucial importancia contribuir a sensibilizar a los agentes de los diferentes sectores y órdenes de gobierno, así como a los actores que operan en los espacios organizados de la sociedad civil, para que lleven a cabo acciones destinadas a impulsar la equidad de género".

El documento define al mejoramiento de la condición social de las mujeres como un desafío en las dimensiones de la justicia y la equidad, en las que se inscribe "la incorporación plena de todas las energías creadoras y de transformación de las que México dispone y requiere".

Por ello toda la sociedad debería promover acciones integrales con las que se comprometa a asegurar que las mujeres reciban trato justo y alcancen igualdad de oportunidades y de recursos para su capacitación y su empleo, así como a garantizarles "plena equidad en el ejercicio de sus derechos sociales, jurídicos, civiles y políticos".

El PNP reconoce los obstáculos y las limitaciones que se oponen a que las mujeres participen en el desarrollo de México en condiciones de igualdad con los hombres. Su punto de partida es la evidencia de que las mujeres siguen cumpliendo funciones sociales fundamentales para la integración nacional y la formación y socialización de los hijos: las mujeres son agentes claves del desarrollo y desempeñan en él un papel protagónico. Por ello, las acciones que el PNP propone tienen como finalidad principal la participación efectiva e igualitaria de las mujeres en el proceso económico, educativo, político, social y cultural del país.

Como el texto orientador que es, el PNP "pone de manifiesto que el mejoramiento de la condición social de las mujeres y de su capacidad de decisión, autonomía y libertad personal, se expresa positivamente en todas las esferas de la vida...".

Por lo anterior, el PNP define así su objetivo:

"Promover la participación plena y efectiva de las mujeres en la vida económica, social, política y cultural del país, a fin de propiciar las condiciones necesarias para que tomen parte activa en todas las decisiones, responsabilidades y beneficios del desarrollo en igualdad de condiciones con el varón".

De esta manera, el PNP deja claro que la equidad, la igualdad y la justicia de género conforman una compleja problemática cuyo centro son las relaciones de las mujeres con los hombres y, más concretamente, la inequidad que las marca y que se expresa tanto en la condición femenina como en las situaciones de vida de las mujeres. Y también en la condición masculina y en las situaciones de vida de los hombres.

Por esas razones, el PNP enumera sus propósitos políticos, sintetizados a continuación:

  • eliminar la brecha entre la igualdad de derecho y las condiciones de hecho
  • erradicar las prácticas discriminatorias contra las mujeres, incluyendo las jurídicas
  • estimular la participación efectiva de las mujeres en el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las acciones de gobierno
  • asegurar que a dichas acciones se incorpore la atención a las necesidades, las demandas y las aspiraciones de las mujeres, tomando en cuenta lo que las hace semejantes, lo que las hace diferentes y lo que define su especificidad
  • incorporar equitativamente a las mujeres en las instancias gubernamentales, empresariales, sindicales, partidarias y civiles de decisión
  • sensibilizar en la perspectiva de la equidad de género a quienes formulan y aplican programas de desarrollo
  • realizar acciones que en la familia apunten hacia la igualdad en las relaciones entre la mujer y el varón: estimular la corresponsabilidad equitativa en el trabajo doméstico y en la atención a los menores para evitar la doble jornada laboral femenina
  • prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, apoyar a las víctimas, hacer visible esa violencia y priorizar su eliminación y la tipificación jurídica completa y rigurosa de los delitos contra la integridad física y moral de las mujeres
  • garantizar la alfabetización de las mujeres, su acceso a todos los niveles de escolaridad y su permanencia en el que les corresponda
  • incorporar la equidad de género en los contenidos de la educación escolar
  • promover el acceso equitativo de las mujeres a la producción, el empleo, los recursos financieros y tecnológicos y la capacitación, en igualdad de condiciones con los hombres
  • garantizar los derechos laborales y el mejoramiento de las condiciones de trabajo de las mujeres, así como su acceso a la previsión, la seguridad social y los servicios de apoyo
  • asegurar el acceso de las mujeres a los servicios de salud, particularmente de salud reproductiva, conforme a sus necesidades en las diferentes etapas de su vida
  • adoptar la perspectiva de género en el combate a la pobreza, tomando en cuenta que las mujeres son la mayoría de los pobres y que la mayoría de las mujeres son pobres
  • visualizar y valorar el trabajo femenino en todos los ámbitos
  • combatir ideas y prácticas que confinan a las mujeres a las labores reproductivas, domésticas y de baja productividad
  • revalorar la imagen femenina, la diversidad de roles que desempeñan las mujeres, sus condiciones de vida, sus ideas y sus opiniones
  • impulsar la participación plena de las mujeres en todos los ámbitos y en igualdad de condiciones con los hombres
  • sensibilizar a quienes crean y transmiten la cultura, así como a los funcionarios públicos, privados y civiles, para que promuevan la equidad de género y combatan los estereotipos
  • difundir los derechos de las mujeres para garantizar su ejercicio
  • crear un sistema de seguimiento de acciones gubernamentales que impulsan la equidad de género, con participación de los organismos públicos, civiles, sociales y académicos
  • promover investigaciones y diagnósticos sobre la condición de las mujeres y la variedad de sus problemáticas sociales, así como a las relaciones y las inequidades de género, para enriquecer la formulación y la ejecución de planes, programas y acciones destinadas a construir la equidad genérica.

Papel estratégico de las mujeres en el desarrollo y la democracia

Por su parte, el Programa Nacional de la Mujer 1995-2000 (PNM, julio de 1996), reconoce que la población femenina desempeña un papel protagónico y estratégico tanto en el proceso de desarrollo económico y social como en los avances democráticos. Y reitera que las mujeres realizan actividades primordiales para el bienestar familiar y el desarrollo comunitario, a pesar de lo cual sus aportes sólo se reconocen y se valoran de manera parcial.

El PNM subraya que la igualdad jurídica entre hombres y mujeres dista de reflejarse cabalmente en la cotidianidad, pues la desigualdad permea tanto a los espacios domésticos como a los comunitarios e institucionales, lo que contribuye a reproducir la desventaja vital de las mujeres.

Los requerimientos inmediatos que enumera el PNM (retomando y ampliando los expuestos en el PNP) son los siguientes:

  • alentar la participación de las mujeres en la formulación, puesta en marcha, seguimiento y evaluación de las políticas públicas
  • cuidar que los programas atiendan las demandas y necesidades específicas de las mujeres
  • llevar a cabo acciones educativas y de comunicación para generalizar la conciencia social acerca de la condición de la mujer
  • sensibilizar a legisladores y funcionarios responsables de planes y programas públicos en la opresión de las mujeres
  • actualizar y fortalecer los mecanismos jurídicos y administrativos para asegurar el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos de las mujeres, y para eliminar la brecha entre la igualdad de derecho y las condiciones de hecho
  • profundizar en el conocimiento de las necesidades y demandas de las mujeres, y hacer visibles sus aportes, mediante un sistema de información, documentación e investigación

En el PNM se asienta que sus propuestas no sólo buscan cambios materiales, sino también transformaciones en las actitudes, creencias, prácticas y conductas de hombres y mujeres, en un proceso en que se fortalezca la cultura de la igualdad y ésta sea fuente de renovación de las relaciones sociales y personales para hacerlas equitativas e igualitarias.

Los compromisos internacionales contraídos en El Cairo y Pekín

La Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD), reunida en El Cairo en 1994, abarcó, entre otros, los siguientes puntos:

  • La igualdad y la equidad entre hombres y mujeres, y la habilitación de las mujeres:
  1. Mejoramiento de la condición de la mujer
  2. Formación de las niñas
  3. Responsabilidades y participación de los hombres
  • Funciones, derechos, diversidad de la estructura y la composición de las familias
  • Derechos reproductivos y salud reproductiva, incluyendo la planificación familiar y la prevención de las llamadas enfermedades de transmisión sexual y el sida
  • Sexualidad humana y relaciones entre hombres y mujeres
  • Salud de las mujeres y maternidad sin riesgos

La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (IVCMM), realizada en Pekín en 1995, estimuló a los gobiernos que participaron en ella a adoptar un conjunto de compromisos enunciados de manera amplia y rigurosa, cuyos puntos fundamentales se sintetizan así:

  • Defender, garantizar y promover:
  • los derechos y la dignidad humana de mujeres y hombres
  • todos los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidad, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y demás instrumentos internacionales de derechos humanos, en particular la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención de los Derechos del Niño, la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo
  • la plena aplicación de los Derechos Humanos de las Mujeres y las Niñas como parte inalienable, integral e indivisible de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales
  • la potenciación del papel y el adelanto de las mujeres, incluyendo las libertades de pensamiento, conciencia, religión y creencias, para satisfacer las necesidades y aspiraciones morales, éticas, espirituales e intelectuales de mujeres y hombres

Tras definir las esferas de preocupación especial, la IVCMM define sus objetivos estratégicos y plantea la necesidad de adoptar medidas en los siguientes planos:

  • La pobreza de las mujeres
  • La educación y la capacitación de las mujeres
  • La salud de las mujeres
  • La violencia contra las mujeres
  • Las mujeres en los conflictos armados
  • Las mujeres en la economía
  • Las mujeres en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones
  • Los mecanismos institucionales para el desarrollo de las mujeres
  • Las mujeres y los medios de difusión
  • Las mujeres y el medio ambiente

Integración y construcción de equidad, igualdad y justicia de género

Los conceptos que en el PNP, en el PNM y en las resoluciones de la CIPD y la IVCMM se refieren a la atención de las necesidades femeninas y a la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida social, han sido parte del enfoque conocido como "integración de las mujeres en el desarrollo".

Después de las reuniones que precedieron a la IVCMM, celebrada en Pekín en 1995, y de ésta misma, ha quedado claro que esa integración se enmarca en una concepción y en un proceso más amplios y globalizadores que aquí se enuncian como construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género.

Este es el sentido más profundo de las formulaciones fundamentales del PNP y del PNM, y de todas las contribuciones feministas y democráticas previas sintetizadas en ellos.

Por lo anterior, la concepción de la equidad, la igualdad y la justicia de género, en todos los casos debe abarcar inexcusable y explícitamente a las niñas, los niños, las ancianas y los ancianos, así como a las personas incapacitadas.

Lo mismo sucede en lo concerniente a todos aquéllos y todas aquéllas que por cualquier razón se definan como diferentes y por ello se les dé tratamiento desigual.

La construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género presupone, además, que la paz y la participación real en la toma de decisiones son requisitos universales e ineludibles de la democracia de género y de la democracia en toda la extensión de la palabra.

 

Mujeres y hombres: necesidades, funciones, responsabilidades y aspiraciones específicas

El concepto de construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género es elaboración de la Teoría de Género y ubica en la perspectiva de ésta a la especificidad de las necesidades, funciones sociales, responsabilidades y aspiraciones que la sociedad asigna por tradición a mujeres y hombres. Emprender cualquier acción para esa construcción presupone concebir nuevas oportunidades y expectativas para unas y otros, y para sus relaciones no sexistas.

Identificar en cada caso esas necesidades, funciones, responsabilidades y aspiraciones, permite comprender cómo las mismas influyen sobre las motivaciones y las capacidades de mujeres y de hombres para involucrarse en la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia desde sus propias condiciones y situaciones. Permite igualmente apreciar la medida en que cada investigación o cada acción, aunque en lo inmediato sólo se destine a mejorar ciertas situaciones de vida, incide realmente en el cambio profundo de la condición genérica. Con tal evaluación crítica permanente, podrá saberse si la acción de que se trate refuerza y consolida o no la condición que con ella se pretende conocer y transformar, y si contribuye furtivamente o no a reproducir o acentuar prerrogativas asimétricas para hombres y mujeres.

En esa forma, es posible captar el sentido concreto de la construcción, y activar la disposición de hombres y mujeres para entender y en su caso asumir las acciones que van en esa dirección. Así podrá estimularse la participación de ellas y ellos en el diagnóstico de las situaciones, el planteamiento de las necesidades y aspiraciones, el diseño de los planes y programas, la ejecución de los mismos, el seguimiento crítico y la evaluación de los resultados.

Las acciones emprendidas para la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género deben detenerse en las funciones asignadas a los géneros, es decir, en las concepciones sobre el deber ser de hombres y mujeres, y sobre las obligaciones y responsabilidades específicas que les son impuestas culturalmente en cada sociedad.

En tanto que progenitores, tanto a los hombres como a las mujeres se les asignan cinco funciones:

  • la concepción
  • la crianza
  • la educación
  • la responsabilidad y la representación de los menores
  • el otorgamiento de estatuto social para sus hijos, desde antes del nacimiento de éstos

Los parámetros para el cumplimiento de estas funciones han sido diferentes a través de la historia, y son concebidos de maneras distintas en cada sociedad y en cada cultura. Pero siempre es posible advertir que éste es un espacio privilegiado de las relaciones genéricas inequitativas, desiguales e injustas.

Por ello, al investigar o al diseñar acciones gubernamentales y civiles, siempre resulta indispensable detenerse en las funciones y en las correspondientes necesidades prácticas de las mujeres con vistas a mejorar su situación de vida. Pero más imprescindible aún es comprender las necesidades estratégicas de las mujeres, cuya satisfacción marca el desarrollo del cambio de su condición.

Las necesidades prácticas de las mujeres son aquéllas que se centran en las funciones sociales que les son asignadas por ser mujeres. Su satisfacción está destinada a:

  • disminuir la carga de trabajo de las mujeres
  • asegurar la prevención y el mantenimiento de la salud de las mujeres, en general y de su salud reproductiva en particular
  • procurar más y mejores servicios para las familias de las mujeres

Las necesidades estratégicas de las mujeres enfocan la transformación de su lugar en la sociedad y de la concepción cultural que de ellas prevalece. Para satisfacerlas, los proyectos deben tener como metas fundamentales:

  • el incremento de las oportunidades de educación para las mujeres en todos los tipos y niveles de escolaridad y de reconocimiento oficial
  • el acceso de las mujeres a la propiedad y a la autonomía económica
  • la igualdad de oportunidades de empleo en relación con los hombres
  • el acceso igualitario a los puestos de representación, de toma de decisiones y de gobierno
  • el ejercicio pleno de todos los derechos humanos y ciudadanos, de las garantías individuales y de los derechos humanos específicos de las mujeres

En todo momento es preciso tener presente que cada faceta y cada detalle de la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género provoca en los hombres reacciones y sentimientos diferentes de los que produce en las mujeres.

Lo que para las mujeres puede ser una mínima retribución a sus esfuerzos infatigables y constituir la apertura de nuevos horizontes en sus vidas, a los hombres les puede parecer la reducción de ventajas propias cuyo carácter supuestamente incuestionable e irrenunciable parece avalado por las concepciones, las tradiciones, los usos, las costumbres y, en ocasiones, también por las leyes.

Por lo anterior, los hombres involucrados en las acciones tendientes a la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia en cualquier ámbito, pero sobre todo en el del género, precisan de informarse y reflexionar sobre el significado de su propia condición, de sus situaciones de vida y de su compromiso como funcionarios, como integrantes de una familia, como activistas y como ciudadanos. Tal reflexión debería contribuir a que desarrollen su propia conciencia de la dominación y su voluntad de cambio personal en la cotidianidad de su vida pública y privada.

Esa información y esa reflexión tienen también como meta dejar claro que la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género permite estructurar el cumplimiento equitativo de responsabilidades y obligaciones. Con ello, los privilegios, las cargas desiguales del trabajo doméstico y en los demás ámbitos, y las prohibiciones irracionales e injustas pueden dejar de ser parte de la convivencia entre los géneros, y ésta puede volverse no sólo digna y solidaria, sino también armónica y gratificante.

Integración de las mujeres y construcción de la democracia genérica

La construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género exige seguir poniendo atención especial a la integración de las mujeres al desarrollo. Porque ellas no tienen las mismas posibilidades, los mismos recursos ni las mismas oportunidades reales de que gozan los hombres, y porque es precisamente la equidad en este sentido la que se busca construir.

Las mujeres viven aún en condiciones de dependencia, subordinación, exclusión y discriminación (es decir, de opresión genérica) debidas a prácticas sociales y concepciones culturales ancestrales que determinan esas prácticas y cuyo arraigo hace parecer su transformación como algo casi imposible. Lo substancial de esas creencias y costumbres es que se espera que cada mujer sea un ser-para-otros y no un ser-para-sí misma.

En la cotidianidad, esto se materializa con la especialización asignada en exclusiva a las mujeres en todo lo referente a la reproducción: más allá del embarazo, el parto y la lactancia, se hace extensiva a prácticamente todas las labores domésticas y de servicio. Entre éstas se incluyen los cuidados del cónyuge, los menores y otros miembros del grupo doméstico y familiar, la protección de sus intereses y el mantenimiento cotidiano de sus pertenencias y espacios.

Muy a menudo este abandono o autoabandono de las mujeres se da sin que nadie, ni individual ni social ni institucionalmente considere la necesidad de tomar a cargo esas necesidades que ellas también tienen.

Situaciones de vida: ámbitos en que ha de darse la integración de las mujeres

Trabajo productivo

Además de lo mencionado, muchas mujeres realizan también trabajos productivos remunerados que con frecuencia constituyen el ingreso monetario único o principal de su familia. Y no hay que olvidar que en alrededor del 10% de los hogares mexicanos ellas son proveedoras únicas. Esto suele suceder en ausencia del cónyuge por razones diversas, que a menudo generan sentimientos de frustración y la espera permanente de un regreso que rara vez se produce. Pero también se presenta con cónyuges presentes que actúan de múltiples formas el abandono, la falta de apoyo y responsabilidad, o francamente el abuso.

Gestión comunitaria

Asimismo, muchas mujeres asumen tareas destinadas a resolver cuestiones comunitarias y a gestionar intereses colectivos (en comités escolares y para la obtención o la mejora de servicios, cajas informales de ahorros, organización de actos comunales y religiosos, y también la militancia civil, sindical y política que puede abarcar cargos de representación y de dirección). Ese es otro aspecto del servicio a los demás que también se concibe como inclinación natural de las mujeres, aunque no en todos los casos de manera exclusiva.

El tiempo de las mujeres: jornadas doble y múltiple

Consecuentemente, a las mujeres se les asignan funciones sociales que significan una abrumadora jornada de labores domésticas reproductivas y de gestión hogareña, y una doble jornada cuando se agrega el trabajo productivo y remunerado, o una tercera jornada cuando también se ocupan de la solidaridad y los problemas comunales. Y además, se espera de ellas que cumplan esa triple función social y que lo hagan con gusto. Así, el tiempo de las mujeres casi nunca les pertenece, pues siempre deben tenerlo disponible para quien lo necesite: son seres-para-los-demás.

La salud de las mujeres

Por otra parte, la salud de las mujeres a menudo recibe poca atención oportuna, moderna y eficaz. La muestra más elocuente de ello es la enorme frecuencia de las complicaciones y muertes por causas ligadas directamente al limitado acceso de casi todas las mujeres a los contraceptivos, y a todo lo que para ellas significan el embarazo, el parto, y las secuelas de éste y del aborto, último recurso en situaciones físicas y mentales complicadas y dolorosas.

Y también en el lugar que ocupan en la vida de las mujeres otros males no necesariamente ligados a la maternidad: desde el descuido o la indiferencia ante padecimientos considerados leves, hasta los accidentes domésticos y las llamadas enfermedades de transmisión sexual y el sida.

Invisibilidad y devaluación de los aportes femeninos

La complejidad de la vida de las mujeres es aún mayor, porque todo o casi todo lo que hacen es socialmente invisibilizado debido a las concepciones dominantes relacionadas con el carácter supuestamente natural e inmutable de todo lo femenino.

El trabajo doméstico de la mayoría de las mujeres es tan poco apreciado por quienes se benefician de él, que con frecuencia parece inexistente. Rara vez es considerado como parte de la corresponsabilidad en la convivencia conyugal.

Así, las aportaciones financieras de las mujeres al gasto familiar, aunque sean cuantiosas o permanentes, resultan poco o nada estimadas porque en general se las considera como ayuda temporal y accidental de la que puede prescindirse. Y se espera que así suceda, porque quien la da se considera destinada a la dependencia y quien la recibe ve su rol de proveedor único como algo que sólo esquivaría vergonzosamente.

De la misma manera, la participación de los hombres en las tareas domésticas y en el cuidado de los menores es vista como una ayuda eventual que se presta casi siempre de mala gana. O bien como una carga extra, muchas veces aceptada como una suerte de sacrificio que se hace en ofrenda a la paz familiar. Pocas veces es asumida como responsabilidad propia que supone tareas y obligaciones compartidas equitativamente.

Cosificación sexual de las mujeres y permanente amenaza a su integridad personal

A todo lo anterior, hay que agregar que en las concepciones, en la imaginería dominantes y en la percepción tradicional tanto como en la construida por los medios de difusión masiva, particularmente por la televisión, todas las mujeres son objetos sexuales que deben responder a los deseos eróticos masculinos en el momento en que sean requeridas para ello. Es fácil inferir lo que esto significa en la vida amorosa y conyugal de muchas mujeres por su condición de dependencia y la expectativa de su realización personal mediante la maternidad.

Y para todas las mujeres, vivan o no con hombres y sea cual fuere su preferencia erótica, la amenaza del hostigamiento y de la violencia sexual, es incesante en la calle, en los lugares en que efectúan su trabajo o sus gestiones institucionales, y en casi todos los espacios y las relaciones en que entran en contacto con varones. Con mucho mayor frecuencia de la imaginada, esta amenaza se convierte en hechos reales que marcan la vida de las mujeres, quienes siempre están expuestas a ser atacadas y experimentan una sensación permanente de desprotección social.

La concepción dominante según la cual los hombres son por naturaleza cazadores de mujeres, coleccionistas de coitos y polígamos, los ubica en una forma de enajenación en la que viven presionados y en competencia entre ellos para demostrar su virilidad y su superioridad sobre las mujeres y sobre los demás hombres. Las predisposiciones, actitudes y conductas tanto masculinas como femeninas generadas en este mandato cultural imponen su sello sobre las relaciones genéricas. Ellas estructuran el dominio y la sumisión, son fuente de violencia e inequidad, e impiden que los contactos entre hombres y mujeres generen gratificación y placer.

Viabilidad real de la integración femenina al desarrollo

Las limitadas posibilidades construidas desde la infancia para la vida de la mayoría de las mujeres, así como la forma en que son concebidas socialmente y las funciones sociales que tienen asignadas, reducen o debilitan su capacidad y sus posibilidades de definir sus propias necesidades y de participar en su propio desarrollo y en el de sus sociedades, de la misma forma y en el mismo nivel en que lo hacen los hombres.

Pese a que lo enumerado hasta aquí puede parecer claro e innegable, suele subestimarse porque también la información referente a la vida de las mujeres a menudo es invisible, se pierde o se esfuma en las estadísticas que hasta hace poco solían no especificarla, o es francamente inexistente y hay que construirla para poder procesarla adecuadamente en los contextos pertinentes.

El camino hacia la democracia genérica

Atención a lo específicamente femenino

Atención a lo específicamente femenino

Por ello, el propósito más importante de los planes y proyectos con perspectiva de género consiste en construir la equidad, la igualdad y la justicia genéricas partiendo del conocimiento más completo y riguroso de las condiciones de vida de las mujeres. Son medios de hacerlo, las políticas públicas y las acciones civiles que vayan en ese sentido.

Se trata de transformar en profundidad las relaciones entre los géneros y no sólo de mejorar ciertas carencias prácticas en operaciones que pueden simplemente modernizar la dependencia, la sumisión, la invisibilidad o la discriminación, suavizando y haciendo aún más invisibles sus contenidos para conseguir mayor eficiencia y eficacia en sus formas.

En la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género, premisa insustituible de la democracia genérica, no pueden dejar de atenderse las necesidades y las carencias de las mujeres cuando en verdad se busca incorporarlas a los procesos de desarrollo en los mismos niveles que los hombres. Y también es necesario permanecer alertas para evitar que las acciones gubernamentales y civiles tengan consecuencias perjudiciales para las mujeres.

Mujeres y hombres en las relaciones de género: lo semejante, lo diferente, lo específico

Lo anterior significa que siguen siendo imprescindibles los proyectos cuya óptica fundamental o única sean ciertas situaciones de vida de las mujeres.

Pero también lo son aquéllos proyectos que visualicen las relaciones de género, públicas y privadas, y la condición de género de los hombres tanto como sus situaciones de vida.

La comunidad que se investiga o con la que se trabaja está formada por mujeres y por hombres: el estudio se referirá, directa o indirectamente, tanto a ellas como a ellos, y las acciones incidirán las relaciones entre ambos y, diferencialmente, sobre unas y otros.

Puesto que los resultados de investigaciones y acciones están destinados a contribuir con la construcción de la democracia genérica, siempre es necesario contemplar lo que es común a ambos géneros, lo que es diferente para hombres y para mujeres, lo que es común y diferente entre los hombres y entre las mujeres, y lo que es específico de todas o algunas mujeres y de todos o algunos hombres.

En los casos en que un estudio o una acción tengan como centro principal o único sólo a las mujeres, sólo a los hombres, sólo a algunas mujeres o sólo a algunos hombres, es preciso comprender y expresar con claridad las razones de la decisión tomada para hacerlo así. Como quiera que sea, esa decisión debe contemplar lo imprescindible: la búsqueda del cambio en situaciones y relaciones que se encamine a la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia de género.

El principio básico para la formulación y la aplicación de proyectos

No está de más recalcar el interés que en todo momento debe prestarse a la comprensión de las relaciones de género y al significado más profundo que en cada caso específico tienen las concepciones culturales de tales relaciones, de las funciones sociales asignadas a cada género y de la división de tareas y espacios prevaleciente. Es en esas dimensiones donde los cambios factibles se darán a la larga, y es del entendimiento nítido de ellas de donde deberán provenir la formulación de cada proyecto y los parámetros de su seguimiento y evaluación.

Ambitos de las acciones en que se construye la democracia genérica

El PNM, con base en un diagnóstico detallado define como sus retos prioritarios lo referente a las siguientes metas:

  • superación de los rezagos educativos y mejoramiento de las oportunidades de educación de las mujeres
  • garantía de acceso de las mujeres a los servicios integrales de salud
  • fortalecimiento de las capacidades, destrezas y habilidades de las mujeres y despliegue de las mismas en toda su potencialidad
  • promoción de la intervención de las mujeres en todos las instancias y niveles de decisión
  • defensa y protección de los derechos específicos de las mujeres
  • prevención y eliminación de la violencia contra las mujeres
  • combate de la pobreza femenina
  • apoyo a las trabajadoras, protección de sus derechos laborales y apoyo a las micro y pequeñas empresas dirigidas por mujeres
  • fomento de la distribución equitativa entre hombres y mujeres de las tareas y responsabilidades domésticas y extradomésticas
  • reconocimiento y valoración en la vida familiar y en la economía del trabajo femenino no remunerado
  • eliminación de las imágenes estereotipadas de la mujer

Con base en su diagnóstico, el PNM incluye entre sus estrategias la planeación con enfoque de género; plantea igualmente la necesidad de coordinación y concertación entre organismos gubernamentales, sociales, académicos y civiles, y considera las exigencias del desarrollo jurídico e institucional así como del seguimiento y evaluación de estudios, acciones e informaciones. Finalmente, establece nueve líneas programáticas que definen los ámbitos de su acción y se enuncian así:

  1. Educación
  2. Cuidado de la salud
  3. Atención a la pobreza
  4. Mujer trabajadora
  5. Fomento productivo
  6. Mujer y familia
  7. Derechos de la mujer y participación en la toma de decisiones
  8. Combate a la violencia
  9. Imagen de la mujer

Por su parte, el PNP, tras hacer su propio diagnóstico y enunciar sus consideraciones respecto de la cuestión de la familia y la condición de la mujer, define los lineamientos generales de la política de población en los siguientes espacios de su acción:

  1. Población y desarrollo
  2. Dinámica y estructura de la población
  3. Educación y comunicación en población
  4. Planificación familiar y salud reproductiva
  5. Fortalecimiento de la familia
  6. Mejoramiento de la condición de la mujer
  7. Respeto y atención a las condiciones de las poblaciones indígenas
  8. Descentralización de los programas y las acciones de población
  9. Distribución de la población y migración interna
  10. Población, medio ambiente y desarrollo sustentable
  11. Investigación, información y capacitación de recursos humanos

A esta enumeración, coincidente con la contenida en el PNM y que la complementa, ha de agregarse lo relacionado con la seguridad pública, pues ambos documentos se detienen en la dimensión y el significado de la violencia doméstica en general, contra las personas vulnerables en particular y contra las mujeres de manera específica.

En todos estos terrenos es preciso realizar investigaciones, elaborar planes y programas y poner en marcha acciones. En todos los casos, enfocando con precisión a las mujeres y a las relaciones entre hombres y mujeres. El imperativo es investigar y actuar con perspectiva de género para acelerar la construcción de la equidad, la igualdad y la justicia, es decir, la democracia genérica.

 

Las mujeres y los hombres en concreto, los grupos, las instituciones

Las transformaciones democráticas previstas por los programas gubernamentales y por los proyectos de los organismos civiles, conciernen a la vida cotidiana de mujeres y de hombres, que son personas identificables. Unas y otros conviven en sociedad y en círculos particulares de la misma. Lo que entre ellos y ellas ha de transformarse es la estructura de las relaciones sexistas, jerarquizadas, inequitativas, no igualitarias, injustas.

Por lo anterior, toda investigación y toda acción con perspectiva de género sólo puede alcanzar su significado más profundo cuando, además de todo lo ya señalado, analiza el entramado de las instituciones sociales y gubernamentales, ahonda en sus contenidos tanto como en sus formas y en su operación, y propone los cambios que requieren para ser auténticos instrumentos de la construcción de la democracia genérica.

Lectura 5:

Daniel Cazés, Reflexiones para el desarrollo de una metodología de género en los estudios de hombres, 1996.

Este texto fue presentado en el IV Coloquio Anual de Estudios de Género en la UNAM, del Programa Universitario de Estudios de Género

Daniel Cazés, Reflexiones para el desarrollo de una metodología de género en los estudios de hombres, 1996.

Este texto fue presentado en el IV Coloquio Anual de Estudios de Género en la UNAM, del Programa Universitario de Estudios de Género.

Reflexiones para el desarrollo de una metodología de género en los estudios de hombres

Dr. Daniel Cazés*(*Centro de Estudios Interdisciplinarios en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México)

1. Para iniciar

En el Museo del Hombre de París, el recorrido introductorio es un viaje por la evolución humana como la conciben en la actualidad la biología humana y las ciencias de la cultura. El proceso se inicia con los australopitecus afarensis, especie prehumana cuyo ejemplar más conocida es Lucy, sigue con Homo erectus, Homo habilis, Homo neanderthalensis, varios otros Homo sapiens antiguos y concluye con los modernos. Magníficas escenografías que presentan lo principal de cada faceta se admiran al caminar por el pasillo del que las separa un barandal-vitrina; éste contiene las más diversas piezas arqueológicas creadas por los primeros seres humanos y casi permite tocarlas a través de las cubiertas transparentes. Varios televisores distribuidos a lo largo del itinerario, emiten del otro lado de la sala videos animados que dan idea de los colores y los movimientos posibles en aquellas edades lejanas.

Las maquetas presentan los paisajes cambiantes, con glaciaciones e interglaciares, donde los primeros humanos se expandieron por el mundo alejándose de su originario sureste de Africa. En esos escenarios se representan momentos de cacería, recolección y vida cavernaria con figuras humanas reconstruidas a partir de fósiles; los enmarcan desde el pasamanos instrumentos que caracterizan a las edades de la piedra, la más antigua, la media y la neolítica con su revolución agrícola, el paso de la vida nómada a la sedentaria, el nacimiento de la propiedad, la especialización y las guerras de pillaje y expansión.

Las evidencias más antiguas del neolítico se fechan hace unos doce mil años. Es probable que fuera entonces, siglos antes o después, cuando las diferencias sexuales humanas comenzaron a convertirse en fundamento de desigualdades y especializaciones que justificaron dominios y privilegios, y cuando la naciente organización social requirió de la construcción del género para iniciar la edificación del patriarcado y sus jerarquías. Esto último no es una interpretación corriente entre los antropólogos, y de ella nada se dice en el Museo del Hombre.

Hace un año, en el mismo edificio se ofrecía simultáneamente una exposición temporal sobre la población en el mundo. Comenzaba con una descripción histórica y terminaba con una proyección hacia el futuro en relación con varios temas demográficos, urbanísticos y de utilización del medio ambiente, lo que, ilustrado con abundantes estadísticas, servía para atraer la atención sobre este último tema, que era uno de los ejes de la muestra. Con recursos electrónicos, en ella se podía acceder a la más amplia información sobre la multiplicación de los seres humanos, su distribución en el planeta, las características de su vida en diferentes regiones, sus expectativas de supervivencia y longevidad, las enfermedades más peligrosas en la actualidad, las posibilidades de contracepción y los cambios registrados en las características de las poblaciones en el último siglo.

Al inicio del recorrido, los visitantes registraban sus datos en una tarjeta para someterla a lectura óptica en cada sala. Ahí, tras responder a algunas preguntas sobre temas específicos, una pantalla mostraba el perfil de la persona interrogada y le señalaban elementos tales como el número de hijos que aún podía tener (según su sexo, su edad, su país de residencia, etcétera), lo que le quedaba de vida, y otras previsiones por el estilo.

Las dos exposiciones presentaban algunas diferencias que definían lo que les era común: Ya en el nombre del museo está la primera pista: cualquier universitario de alto nivel asegurará que la vocación de la institución es la humanidad, y que la palabra francesa homme se refiere por igual a hombres y mujeres. Esto, dirán, es evidente en la muestra permanente, donde se habla, con el término francés o con el latino Homo, de los fósiles mencionados. Nadie se asombrará de que, sin embargo, en ninguno de los dioramas aparezca la reconstrucción de ningún ser de sexo femenino, ni siquiera entre los australopitecos prehumanos, cuyo fósil más completo, hallado hace dos décadas, fue restaurado por especialistas en paleoantropología como el de una hembra. Es cierto que algunas mujeres pueden verse a lo lejos, en la penumbra de los segundos y terceros planos de las representaciones, sobre todo en las cuevas, cerca de fogones y rodeadas de niños. Pero el prototipo museográfico de cada etapa de la evolución humana es, sin dejar lugar a dudas, un hombre. Al menos es ésta la interpretación emblemática difundida por este centro académico que goza, por muchos conceptos, de un merecido prestigio universal.

En la exposición temporal, los personajes principales en todo el recorrido eran las mujeres. En ella se hablaba del planeta del hombre, de su número y de algunas de sus características actuales, una de las cuales, según se destacaba, es que más de la mitad de los hombres son mujeres. Aunque no se mencionaba de manera directa, lo que generalmente se conoce como salud reproductiva era su perspectiva fundamental. Contenía una amplia y clara explicación del funciona miento de los cuerpos humanos en la reproducción. Pero, no obstante que abundaba en información sobre la intervención de los hombres en la fecundación, en la prevención del sida y las llamadas enfermedades de transmisión sexual, el conjunto de aquel trabajo museográfico tenía como principales protagonistas y destinatarias a la mujeres. Ellas aparecían como las sujetas y responsables únicas o al menos fundamentales de procesos sociales actuales cuyo conocimiento no está suficientemente expandido, y en los que es posible proporcionarles recursos que les permitan enfrentarlos mejor. Nada sugería ni los antecedentes de esos procesos, ni la desigualdad de las condiciones en que los viven mujeres y hombres.

No era sólo el nombre del museo lo que compartían esos dos recorridos tan diferentes: lo era también el hecho de que en ninguno de los dos espacios se concibió como necesario incluir ninguna crítica de la cultura y de los enfoques científicos que sustentan presentaciones como las descritas. En otras palabras, de la antropología, de los estudios de población y de sociología de la reproducción que ofrece el Museo del Hombre, está ausente la perspectiva de género. Lo que al finalizar este siglo y en un lugar como ése puede parecer muy grave, y sin duda lo es aunque sólo se trate de una manifestación más, pero de muy elevado nivel, de las concepciones dominantes aún en nuestra época de cambios y, sobre todo, de invención de alternativas conceptuales y políticas.

La interpretación científica predominante de los orígenes de la cultura y de la civilización excluye virtualmente a las mujeres, y algunas de las ramas más desarrolladas de las ciencias sociales las despliega como sujetas de la reproducción y por ello como protagonistas principales de toda demografía.

Estas elaboraciones complejas del conocimiento, son difundidas y reinterpretadas en los diversos niveles culturales de percepción de las relaciones sociales, y se instalan como información incuestionable y orientación erudita para las filosofías de la cotidianidad.

2. "Estudios de hombres" y teoría de género

En ambas perspectivas, la docta y la de las rutinas de cada día, se ubican los que desde hace una década se ha dado en llamar estudios de hombres, de masculinidad o de masculinidades. Es pertinente subrayar que estos estudios no comenzaron hace tan poco tiempo, pues los trabajos de incontables investigadores del pasado13 (13 En la segunda mitad de la década de 1860, John Stuart Mill publicó varios ensayos en los que expresó su preocupación sobre la problemática de la relación entre hombres y mujeres. En La igualdad de los sexos (Guadarrama, Madrid, 1973), se incluye su trabajo La discriminación de la mujer (82-215) en cuyas primeras líneas dice que "...el principio regulador de las actuales relaciones sociales entre los dos sexos -la subordinación legal del uno al otro- es intrínsecamente erróneo y ahora constituye uno de los obstáculos más importantes para el progreso humano; y debería ser sustituido por un principio de perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio ni incapacidad para otros". Este volumen reúne otro escrito suyo sobre el divorcio que mencionaré más adelante, y dos textos paralelos de su esposa Harriet Taylor Mill, uno también sobre el divorcio y otro sobre La emancipación de la mujer. Harriet no alcanzó la fama de John y su nombre ni siquiera aparece en la Encyclopaedia Brittannica que dedica a su marido más de dos páginas y media, pero los escritos de ella son tan agudos y brillantes como los de él, y en alguno puntos aún más. Estas líneas no sólo muestran que la genealogía de las reflexiones masculinas sobre el género tienen una historia cuando menos centenaria, sino también que ya desde entonces la preocupación masculina por la problemática del género provenía de una necesidad y de un requerimiento femeninos; también, desde luego, evocan una prolongada invisibilidad del trabajo, en este caso intelectual, de una mujer de gran talento opacada por la fama pública de su cónyuge, hombre avanzado en su tiempo, que apoyó los movimientos feministas de entonces.) se ocupan de los hombres, de la hombría, de la virilidad y de la masculinidad, y gran parte de las obras de las feministas, al menos desde 1949 (cuando apareció El segundo sexo), se refieren a esos temas que para las búsquedas libertarias de las mujeres son imprescindibles. Lo que se ha iniciado más o menos recientemente es la intervención de algunos hombres, por lo general ligados a intelectuales y activistas del feminismo, en la reflexión y la investigación sobre la condición masculina, área en que las aportaciones principales las debemos aún al trabajo de mujeres. Por cierto, lo que esas mujeres han estado haciendo con especial intensidad durante las últimas cinco décadas, no son estudios de mujeres ni de feminidad ni de feminidades, sino creando teoría de género y aplicando metodología de género para conocer, comprender y transformar la condición femenina y las situaciones de vida de las mujeres, y elaborando nuevas interpretaciones históricas y filosóficas desde perspectivas no patriarcales.

Los estudios de género, emprendidos en su gran mayoría por mujeres, han quedado asociados al conocimiento de la condición femenina y de las situaciones de vida de las mujeres. Desde cierto punto de vista, podría parecer que ahora se hacen esfuerzos porque en ellos se incluyan las búsquedas sobre la condición masculina y las situaciones de vida de los hombres.

Pero si examinamos los estudios fundamentales hechos durante el último medio siglo por las feministas, advertiremos que esas investigaciones, reflexiones y elaboraciones teóricas acerca de las problemáticas de vida de las mujeres también se refieren, con ópticas provenientes de las experiencias vitales femeninas, a los hombres y, más que nada, a las relaciones jerarquizadas entre los hombres y las mujeres.

Lo que a mi juicio se plantea hoy como elemento importante para el desarrollo académico y político de los estudios de género, es la presencia creciente de hombres que buscamos comprender nuestra condición y nuestras situaciones de vida desde la óptica y la experiencia de quienes, como género, somos portadores de la opresión. Por lo general, somos académicos y activistas que actuamos con base en una crítica de la cultura proveniente del marxismo o de los movimientos de las décadas de los 60 y los 70, o de ambos, y que hemos comprendido la necesidad de apoyar los movimientos con que las mujeres han ido abriendo los espacios sociales, políticos, culturales, que les han sido vetados durante milenios. Y que hacemos esto con la convicción de que así estamos en el camino de transformaciones profundas en las relaciones entre los seres humanos, cuyo planteamiento original forma parte del feminismo, del que nos es imprescindible estar cerca para avanzar hacia la convergencia más adecuada, alejándonos de la opresión y de la enajenación.

Nuestras percepciones provienen de la reflexión razonada y también de la insatisfacción en vidas personales en las que la desigualdad, los desequilibrios y las más diversas expresiones de la opresión genérica se imponen a la satisfacción y los placeres de la convivencia y de la solidaridad. Ya no nos basta conocer las elaboraciones feministas que nos convencen, ni apoyar las reivindicaciones y las acciones que genera ese trabajo intelectual.

Ahora buscamos el entendimiento profundo de la condición masculina desde las perspectivas reales de nuestras vidas de hombres que deseamos participar en la construcción de la democracia genérica, cotidiana, vital, iniciada por las feministas y a la que nosotros llegamos como sujetos activos con un poco de atraso.

El problema fundamental, a mi entender, consiste en desarrollar, desde esta perspectiva, la metodología de género en los estudios sobre la condición masculina, sobre hombres concretos en momentos históricos concretos y en sociedades y culturas concretas14.(14 Uno de los objetivos fundamentales es la confluencia con los estudios de género y con las concepciones y los movimientos feministas. El Mill de hace más de 125 años vuelve a ser pertinente aquí porque su texto sobre el divorcio (op. cit.:13-33) comienza así: "La mujer a quien he consagrado mi vida me pide que haga una exposición por escrito de mis opiniones sobre la materia que está más próxima a su corazón entre todas las relacionadas con las instituciones humanas... Ella no se ha negado a poner por escrito para mí cuanto ha pensado y sentido sobre el mismo tema, y ahí he de enterarme quizá de todo lo que ya he descubierto y, con toda seguridad, también de lo que no he sido capaz de descubrir. En la búsqueda de la verdad, como en todo lo demás,  <<no es bueno que el hombre esté solo>>. Y más que en ningún otro caso, en lo que se refiere a la relación entre el Hombre y la Mujer, la ley, que ha de ser observada por los dos, debe también estar hecha por ambos. No como hasta el presente, únicamente por el más fuerte".)

El enfoque de género, es decir, la aplicación y el enriquecimiento prácticos de la teoría de género, tiene como particularidad proporcionar los elementos para analizar lo que acontece a las mujeres y a los hombres de momentos históricos definidos, en sus relaciones genéricas precisas, y además conforma los marcos conceptuales en que se interpretan de manera compleja las sociedades y las culturas: su organización y su imaginería, su ritualización, sus cosmovisiones, sus formas ideológicas y sus formas de dominio, de mansedumbre, de reproducción del orden político genérico, de alejamiento de los cánones, de rebeldía y de construcción de alternativas. Y esto abarca desde las relaciones personales e íntimas, hasta las que se dan consuetudinaria y explícitamente en las estructuras de la sociedad civil y del Estado.

En realidad, los estudios sobre la condición de la mujer han incluido estas grandes interrogantes, en la conjugación de sus aportes han diseñado las perspectivas de género y los enfoques de género, han desarrollado la teoría de género y, desde el principio, se han ocupado de las mujeres, de los hombres y sobre todo de las relaciones entre ambos.

Cuando ya contamos con un número importante de estudios sobre hombres, algunos de los cuales también se refieren a las estructuras sociales y culturales de nuestras relaciones con las mujeres, es conveniente reflexionar sobre las implicaciones de estos trabajos en los estudios de género, y debatir tanto en torno al estatus de los primeros entre los segundos como acerca de las cuestiones teórico-metodológicas y políticas que aquéllos plantean a las disciplinas sociales.

  1. Algunos principios metodológicos

Para contribuir a esta reflexión, me he planteado la necesidad de definir en primer lugar lo que significa realizar estudios de hombres o de masculinidades con enfoque de género, porque considero que es en este ámbito en el que resulta más importante definir prioridades para el desarrollo de programas académicos y también de acciones públicas y civiles.

La primera aportación de la teoría de género y sin duda el primer cimiento de su desarrollo demuestra que en las relaciones entre los seres humanos nada es natural, nada está en los genes, el sexo es la referencia binaria a la anatomía sobre la que se construyen los géneros.15 (15 Aunque el debate a este respecto aparentemente ha concluido para los estudios de género, es frecuente que incluso en algunos de ellos aún se expresen concepciones y convicciones que al menos en parte contradicen este principio metodológico que yo considero ineludible. Para abundar en la reflexión al respecto, citaré dos obras publicadas por primera vez en la década de los ochentas: De R. C. Lewontin, Steven Rose y Leon J. Kamin, No está en los genes, cuyo subtítulo original es Biología, ideología y naturaleza humana (CNCA, México, 1991) data de 1984; su capítulo 6 (158-199), El determinismo del patriarcado, presenta una vasta bibliografía que se remonta hasta 1971. En Nuestra especie, de Marvin Harris (Alianza, Madrid, 1991) aparecido en 1989, destacan entre otros los capítulos ¿Esperma contra óvulo ( 245-249), ¿Son los hombres más agresivos que las mujeres? (257-260) y De niñas marimachos y niños que no tienen pene hasta los doce años (261-263). Considero pertinente reproducir aquí los siguientes pasajes del libro de Godelier que citaré en la nota siguiente : "[A los ojos de los baruya] todos los aspectos de la dominación masculina, ya sean (para emplear nuestras categorías) de orden económico, político o simbólico, se explican por la sexualidad y el diferente lugar que ocupa cada sexo en la reproducción de la vida..., diligencia análoga en nuestra cultura entre quienes consideran naturales la subordinación y la opresión de las mujeres... [Aunque para los baruya ] los hombres no están situados del lado de la cultura y las mujeres del de la naturaleza, sino más bien al contrario..., las diferentes funciones de los sexos en el proceso de reproducción de la vida, proporcionan permanentemente los materiales con los que se fabrican los mensajes, los discursos que interpretan y justifican todas las desigualdades entre hombres y mujeres. Parece como si la sexualidad estuviese constantemente llamada a ocupar todos los lugares de la sociedad, a servir de lenguaje para expresarse, de razón para legitimar las realidades cuyos fundamentos no revelan su naturaleza" (páginas 9-10).

El siguiente principio metodológico que nos permite diseñar proyectos de estudios de género sobre los hombres, está contenido en los siguientes enunciados de Maurice Godelier al inicio de lo que me parece ser el primer clásico contemporáneo de estas búsquedas:

Este libro16 (16 La formación de Grandes hombres. Poder y dominación masculina entre los baruya de Nueva Guinea (versión original francesa publicada en 1982), Akal Universitaria, Madrid, 1986. Hay que señalar que el autor vivió entre los baruya desde 1967 y que sus estudios anteriores sobre las sociedades de esa región de Oceanía siguieron una metodología de clase; en su nueva perspectiva, etnia, clase, colonialismo, lengua, religión y otras dimensiones de la realidad cultural y de la organización social se conjugan en el eje de la metodología de género. Así, en la página 11 se lee : "Si he decidido escribir este primer libro sobre las relaciones hombres/mujeres y el dominio masculino, más que sobre las relaciones de parentesco o de propiedad de la tierra, es porque en mi opinión es ahí donde reside la mayor contradicción... [Y] también porque en nuestra propia sociedad no es posible ignorar los hechos del dominio masculino ni quedar indiferente ante las luchas de aquéllas y aquéllos que quieren ponerle fin...") trata acerca del poder, y ante todo del poder que un sexo ejerce sobre el otro...(página 7). Hasta 1960, los baruya se gobernaban sin clase dirigente y sin Estado, lo que no quiere decir sin desigualdades. Una parte de la sociedad, los hombres, dirigía a la otra, las mujeres, y gobernaba no sin las mujeres, sino contra ellas. Así, el caso de [esta] sociedad sin clases se añade a todos los casos que testimonian claramente que la desigualdad entre los sexos, la subordinación, la opresión e incluso la opresión de las mujeres son realidades sociales que no nacieron con la emergencia de las clases sociales, sino que son anteriores a ellas y poseen otra naturaleza... Sin embargo, [su] organización social no se reduce a la institucionalización de la igualdad entre todos los hombres haciendo frente a las mujeres. Los mismos mecanismos que instituyen esta igualdad... [sirven para] producir hombres que se distingan de los demás y se eleven por encima de ellos...(página 8). Se combinan dos desigualdades para poner orden en la vida social de los baruya: las desigualdades entre hombres y mujeres, y las desigualdades de los hombres entre ellos. Y quien dice desigualdades dice poderes y privilegios para algunos... (página 9).

Tal y como lo reconocía ya Mill en los pasajes citados, y como lo deja bien claro Godelier en el texto anterior, es metodológicamente necesario tener presente que todo estudio de género es un estudio sobre el ejercicio del dominio de género; que este dominio, aún cuando se presente con características peculiares en las diferentes relaciones clasistas, es anterior a ellas y las envuelve por completo; que abarca no sólo la jerarquización entre los géneros, sino entre quienes ejercen en complicidad ese dominio; que el dominio que unos hombres ejercen sobre otros debe ser identificado y comprendido diferencialmente de las complicidades entre hombres desiguales que crean y ponen en operación estructuras y mecanismos de acción conjunta aún desde la desigualdad. Aquí el principio metodológico se halla en los espacios y las formas de la opresión de género, de la desigualdad y de los pactos entre los hombres.

La categoría opresión, fundamental para la teoría de género, "se define por un conjunto articulado de características enmarcadas en la situación de subordinación, dependencia vital y discriminación" de los oprimidos "en sus relaciones con los opresores, en el conjunto de la sociedad y en el estado. La opresión de las mujeres se sintetiza en su inferiorización frente al hombre constituido en paradigma social y cultural de la humanidad" 17(17 Marcela Lagarde, 1990 : Los cautiverios de las mujeres : madresposas, monjas, putas, presas y locas (Universidad Nacional Autónoma de México): 97. El capítulo III de esta obra, Las opresiones patriarcales y clasistas, se refiere a esta categoría, de la que ofrece una filología histórica y un análisis detenido. Citando fuentes de 1844 y 1867, señala la autora (96) que "... a pesar de no haber desarrollado una teoría de la opresión de la mujer, Marx contribuyó a ella con... [la] concepción de que la opresión de la mujer debía desaparecer como condición previa y como parte del proceso conducente a la consecución de la humanidad, es decir, a la superación dialéctica de la enajenación entre hombres y mujeres". Antes, nos remite al Engels de 1884 y sus tesis sobre el origen y el desarrollo del patriarcado, retomadas por Babel en 1891 y que Alejandra Kollontai criticó y transformó durante la tercera década del siglo veinte para mostrar que la opresión patriarcal es anterior al surgimiento de la propiedad, y que se expresa diferencialmente en las clases sociales constituidas posteriormente. ).

Otra categoría igualmente importante para cualquier estudio de hombres o de masculinidad con perspectiva de género es la de los pactos patriarcales fundados en la virilidad y fundadores de la violencia de género18.(18 Celia Amorós, en su trabajo Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales (páginas 39 a 53 de Violencia y sociedad patriarcal, compilado por Virginia Maquieira y Cristina Sánchez, Pablo Iglesias, Madrid, 1990), anota : "la virilidad no existe sino en tanto que idea-fantasma regulador del comportamiento de los varones, en la medida en que crea vínculos entre ellos el recurrente y sistemático desplazamiento del ideal de la virilidad a <<otro punto>> y a <<otra parte>> del conjunto de los varones así constituido. Dicho de otro modo : la autopercepción por parte de los varones de su virilidad... se agota en la tensión referencial hacia otros varones... [y] produce la virilidad como imagen alterada y alienada de cada cual en y a través de los otros... En realidad, los varones son varones porque se lo creen sin que ninguna sepa en realidad en qué consiste esa virilidad salvo en la exigencia misma de todos ellos de valorarla, de sentirse obligados a valorarla -como un aspecto más de la participación en los atributos del tipo..." (página 41). En este mismo texto, la autora se extiende sobre los pactos juramentados y las figuras misóginas de las mujeres).

Como también comenzaba a descubrirlo Mill y no deja de señalarlo Godelier, los estudios de hombres o masculinidades con enfoque de género están ligados a los estudios feministas y en gran medida inspirados por sus visiones críticas y por las propuestas y acciones de las mujeres que los elaboraron. Es metodológicamente necesario, también, ubicar estos estudios de hombres en su estrecha relación de origen y en su vinculación con el feminismo contemporáneo, y recurrir constantemente a sus aportaciones. De otra manera, puede ser casi imposible contribuir desde nuestra óptica masculina y de manera crítica a la integración más amplia del campo, al desarrollo más profundo de la teoría y a la convergencia más estimulante y productiva con las mujeres para la imaginación y construcción solidaria de alternativas libertarias. El estatus de los estudios de hombres entre los de género no sólo quedará definido porque ahora la condición masculina y las situaciones de vida de los hombres se integran con mayor intensidad al campo, sino también porque a él se incorporan las visiones de hombres, y sobre todo porque éstos aplican y desarrollan la teoría y la metodología de género. Finalmente, para una evaluación plenamente adecuada de ese estatus, será preciso analizar la medida en que la contribución de los estudios de hombres y la aplicación de la teoría y la metodología de género por parte de los hombres va siendo pertinente ante la urgencia de deconstruir concepciones y actitudes masculinas patriarcales, tanto en la vida pública como en la intimidad de la privada, que prevalecen como si fueran naturales e incuestionables, aún entre quienes hemos emprendido búsquedas críticas, alternativas igualitarias y encuentros alternativos.

Esto lo tomaré como el último principio metodológico al que me referiré ahora: los estudios de género comparten tanto visiones críticas de la sociedad y de la cultura de quienes los han realizado, como la convicción de que las realidades analizadas no son inmutables. Consecuentemente, cobran su sentido más completo cuando generan propuestas de acción pública que son formuladas desde las organizaciones ciudadanas. La rica experiencia acumulada por los movimientos y los grupos de mujeres en todo el mundo, muestra los elementos básicos y las tácticas de procesos políticos nuevos y renovadores, así como sus alcances concretos.

Se trata de procesos en los que intervienen sujetos sociales en condiciones de opresión o al menos sin o con poco capital político, para crear, acumular y ejercer poderes específicos nuevos no destinados al dominio ni concebidos como panacea inmediata para todos los males, sino como instrumento y fuerza de negociación y de construcción de espacios concretos para el ejercicio de derechos que no se han formulado o, aunque estén enunciados jurídicamente, parecen destinados a toparse con más obstáculos que facilidades.

Es lo que en inglés se designa con el término empowerment y que en nuestra lengua se ha traducido con el neologismo empoderamiento19.(19 El empoderamiento no es un agregado cuantitativo a las facultades o habilidades de las personas ni de los grupos, sino un proceso complejo, generalmente parcial y siempre muy prolongado, en el que los sujetos oprimidos transforman sus concepciones, sus modos de ser, sus identidades y sus formas de vida, y se transforman a sí mismos en individuos liberados o en vías de liberarse de la opresión. Sobre este tema ha escrito en castellano Marcela Lagarde (Democracia genérica, Red latinoamericana de Educación Popular entre Mujeres, México, 1994), y hay una bibliografía considerable que se remonta cuando menos a fines de la década de los setentas. Cito sólo otros cuatro libros de más de dos centenares de títulos que he recopilado : Peter L. Berger & Richard John Neuhaus : To empower people. The role of mediating structures in public policy. Institute for Public Policy Research, Washinton, 1979 ; Valentine M. Moghadam : Gender, development and policy : Toward equity and empowerment. United Nations University, 1990 ; Peter Bachrach & Arye Botwinick : Power and empowerment. A radical theory of participatory democracy. Temple University Press, Philadelphia, 1992, y Gita Sen, Adrienne Germain & Lincoln C. Chen, coordinadores : Population policies reconsidered. Health, empowerment, and rights. Harvard University Press, Boston, 1994.)

Estoy convencido de que en los estudios de género el criterio del empoderamiento es imperativo, pues la teoría y la metodología de género son teoría y metodología de ciencias sociales aplicadas al sustento de los procesos abarcados en esa categoría, al apoyo de los oprimidos que construyen alternativa no opresivas y a la construcción de relaciones sociales equitativas, justas e igualitarias.

Y estas consideraciones, como otras en que me detengo más adelantes, conducen a la interrogante fundamental sin cuya respuesta carecen de sentido todas las reflexiones sobre hombres, masculinidad y masculinidades hechas por hombres:

¿A cuáles privilegios que nos otorga la opresión patriarcal estamos dispuestos a renunciar, desde cuándo y cómo? 

  1. Sobre las prioridades

Para concluir con el tema de las prioridades en los estudios de hombres con perspectiva de género y por ello como parte del universo del feminismo, me parece preciso hacer las siguientes, primeras consideraciones:

Los estudios de hombres, hechos por hombres o por mujeres, para considerarse prioritarios han de referirse a aspectos y fenómenos del patriarcado que afectan por igual a hombres y mujeres, y no tener como objeto filosófico a los hombres sino a esos fenómenos. Por ejemplo, interesa estudiar la prostitución en las estructuras mentales, de poder y de opresión tal como se expresan en los hombres; si por ello se describen y analizan las formas en que los hombres practican la prostitución o apoyan o critican las propuestas oficiales respecto de los burdeles y de las llamadas zonas de tolerancia con protección policiaca y sanitaria, será porque así se ilustra lo que es pertinente para comprender a la prostitución como espacio de la opresión genérica que cierra el camino hacia la democracia genérica.

Estos estudios prioritarios han de tratar menos sobre otros hombres y más sobre los hombres que los emprendemos, ocuparse tanto de la vida privada como de la pública y analizar con rigor y profundidad a las instituciones. Algunas sugerencias:

  • La estructura patriarcal de las relaciones académicas en las instituciones de educación superior e investigación, las formas concretas de ejercicio masculino del dominio en ellas, los espacios ahí permitidos para las mujeres, los que ellas se han ido abriendo y la colaboración que reciben de los hombres o las barreras que en forma de competencia les oponen.
  • Machismo, misoginia y otros tipos de opresión en los partidos políticos en que militamos o en las organizaciones civiles en que desarrollamos nuestra actividad ciudadana: jerarquías organizativas y verticalidad reales frente al discurso de la horizontalidad, distribución de tareas, ejercicio de influencias, preferencias de la representación, control de la propiedad y el financiamiento, toma de decisiones, etcétera.
  • Las instancias fundamentales del patriarcado, con predominio absoluto o casi absoluto de hombres: el gobierno, el ejército, la policía, la iglesia.
  • Poder y dominio en la pareja, en la formación de la pareja, en la cotidianidad de la pareja, en la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad, el celibato, las monogamias sucesivas o simultáneas...
  • Dominio en las relaciones sexuales.
  • Colaboración y asunción igualitaria de responsabilidades; los discursos de la igualdad y las realidades cotidianas.
  • Persistencia y reforzamiento de las orientaciones patriarcales en la definición y el financiamiento de proyectos de investigación y de acción y en la definición y aplicación de políticas públicas.
  • Los hombres que debimos ser y los hombres que somos.
  • Opresión y violencia en la imaginería sexual.
  • Competencia y antropofagia en las relaciones formales e informales entre hombres.
  • La guerra de los hombres contra las mujeres y las guerras entre hombres.
  • El aprendizaje de las masculinidades dominantes, el dominio y la violencia a través de los medios.
  • Expresión de concepciones y valores patriarcales según estratos sociales y regiones.
  • Patriarcado y patriarcalismo en los símbolos y los rituales republicanos y patrióticos, y en los del estatus privado y público del buen ciudadano consumidor.
  • El deporte, práctica y espectáculo, como pedagogía del patriarcado.
  • Dimensiones jurídicas del dominio de género y sus perspectivas de transformación.

Los estudios de género son estudios de cultura. Por ello, deben priorizarse aquéllos que recurran a las metodología de la antropología y a las que se acercan a ellas desde la psicología, la sociología y las otras disciplinas humanísticas.

Los estudios de opinión tienen sentido como expresión de concepciones y justificaciones, pero no como indicadores directos de masculinidades o feminidades concretas. La cuantificación tiene sentido como medición de fenómenos, cuando se mide con escalas en cuya elaboración se ha aplicado la teoría y la metodología de género. En mi opinión, para todo estudio estadístico debiera recurrirse a los índices elaborados por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, aplicados desde 1994 para veinte países y desde 1995, con motivo de Pekín, a 174. Aunque no son los únicos útiles, estos trabajos son por ahora los únicos ampliamente conocidos con estas características y en profundización permanente. No son índices sobre la situación de las mujeres, sino auténticos indicadores de la distancia que existe entre la situación de los hombres y la de las mujeres, y por lo tanto permiten visualizar cada vez con mayor claridad las características de cada condición de género. Desde luego, contienen algunos enfoques discutibles y deben ser sometidos a crítica y reelaboración constantes.

Otros invaluables estudios realizados en México y en otros países, cobran mayor sentido y utilidad en la comprensión de las situaciones locales de género cuando se examinan y se complementan con los Informes de Desarrollo Humano que el programa mencionado dio a conocer en 1994 (sobre 1993), 1995 (sobre 1994) y 1996 (sobre 1995).

Señalaré finalmente otro criterio básico en la priorización que nos ocupa: Los estudios de hombres, de masculinidad o de masculinidades no deben limitar, sustituir o eliminar a los estudios y demás esfuerzos desplegados por las organizaciones feministas o por las instancias que contribuyen a transformar la condición y la situación de las mujeres. Durante varios años se estimularon ampliamente los estudios de mujeres (no necesariamente feministas ni con enfoque de género) y otros proyectos afines. Recientemente se consideró que en los proyectos considerados de género deberían incorporarse las situaciones de la vida de los hombres (como si antes hubieran estado ausentes). Con ello, los espacios y los financiamientos destinados a los grupos de mujeres y a los proyectos concernientes a ellas comenzaron a reducirse, y el apoyo comenzó a desplazarse en favor de lo concerniente a los hombres. Esta situación, que crea problemas graves a los grupos de mujeres y en particular a los feministas, es ya digna de un estudio que la ubique como posible renacimiento o refortalecimiento de ciertas formas de dominio masculino para cuya eliminación no bastaron las acciones afirmativas de muchas mujeres durante muchos años, ni fue suficiente el empoderamiento creado por ellas. Por ello, en la priorización de los llamados estudios de hombres o de masculinidad o de masculinidades realizados por hombre o por mujeres, y también en los estudios sobre mujeres en cuyo diseño o en cuya dirección intervienen hombres, y en su evaluación, es preciso tomar rigurosamente en cuenta la medida en que afectarán a los grupos de mujeres y al desarrollo de sus proyectos, sean éstos académicos o de otro tipo. La fraternidad, los pactos entre hombres comprometidos con la teoría de género, no debiera ser un freno para la sororidad de las mujeres con las que es preciso construir una auténtica solidaridad intergenérica.

4. Para concluir

"¿Podría afirmarse que no es la sexualidad [el género] la que proyecta su sombra en la sociedad, sino la sociedad la que proyecta su sombra en la sexualidad ? Quizá no sea básicamente -y esta prioridad es de tipo racional, estructural-, la sexualidad la que aliena a los individuos, sino la sexualidad la que está alienada, es decir, la que se haya vuelto inmediatamente extraña y extranjera con respecto a sí misma, desde el momento en el que se ve obligada a mantener discursos sobre el cuerpo y con la ayuda del cuerpo, que no provienen de sí misma y que sirven como formas de alienación, de opresión social, cuya fuente no es ella misma. Pero por el hecho de que este discurso sea un discurso sobre el cuerpo, empuja y encierra en la sexualidad todas las demás razones de la existencia de estas formas de opresión y de explotación. Pero al encerrarlas en el cuerpo las metamorfosea y las oculta, y es en ese sentido en el que la sexualidad no solamente resulta alienada, sino que también se convierte en <<alienante>>.

Para entender lo que quiere decir la sexualidad, para explicar por qué ocupa siempre muchos lugares a la vez en el cuerpo de las relaciones sociales, quizá sea preciso apartarse de un determinado psicoanálisis que no se preocupa de buscar, en las desgracias del deseo y en el espesor de los fantasmas, subordinaciones que ya no son de persona a persona o de un sexo [género] al otro, sea cual sea ese sexo, sino del sexo a los órdenes sociales que hallan más allá de él la mayor parte de sus razones de ser...

Quizá algún lector piense que todo esto apenas tiene sentido para él... Yo le sugeriría que mirase a su alrededor y que observase el lugar que realmente ocupan los hombres y las mujeres en los diferentes contextos de nuestra vida social, así como en las imágenes, las ideas y los deseos que representan a unos y a otras y a los unos en las otras. Entonces, si al final de su recorrido todavía puede retirarse satisfecho de ser civilizado, creo que sería preciso volver a decirle lo que hace poco he oído a propósito de otro racismo : <<Si los baruya son salvajes, entonces todos somos baruya>>. Que cese, pues, de hacer como los hombres baruya, que se destacan engrandeciéndose en lo imaginario"20.(20 Godelier, op. cit :276-278)

Ciudad Universitaria, septiembre de 1996

 


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