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PARADIGMA DEL DESARROLLO HUMANO

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PARADIGMA DEL DESARROLLO HUMANO

 

La centralidad de lo humano

Hasta hace poco tiempo casi no se pensaba en términos de desarrollo, y aún hoy mucha gente no lo hace. En ausencia de esta concepción, se cree que el sentido de la vida lo definen las interacciones con las fuerzas divinas o naturales: vivir bien o mal dependería del destino y de agradar a esos seres de la naturaleza y de lo sobrenatural, mantenerlos contentos rindiéndoles culto, sacrificio y penitencia para asegurar la reproducción del mundo.

Al conjugarse el pensamiento ilustrado e histórico, científico y laico, con el modo de vida generado en la industrialización, pudo concebirse que la historia no es cíclica, que las sociedades se transforman, que los hechos sociales provienen de la interacción, que las formas de vida no son inexorables ni los estamentos sociales eternos. Y que la historia la hacen los sujetos sociales al vivir creando y transformando cotidianidades e instituciones.

Los diversos caminos seguidos por los grupos humanos dependen de sus particulares decursos históricos. En la conciencia moderna, lo imponderable ha cedido y es posible intervenir en el contenido y en el sentido de la marcha de la historia. Se ha humanizado incluso la omnipotencia divina, y se ha pretendido mucho más de lo posible.

En tales condiciones, el desarrollo se ha convertido en el espacio simbólico de la centralidad humana.

Enfoques y clasificaciones

En diversos planos se han creado tipologías para definir el grado de desarrollo humano. Muchas han tenido tal difusión e influencia en la toma de decisiones, en el impulso de acciones políticas y en la planeación, que se han convertido en categorías de identidad.

Las sociedades y las personas han sido clasificadas como desarrolladas, subdesarrolladas, de desarrollo medio, en vías de desarrollo. Los países son ricos, pobres o medios. El planeta y sus regiones se dividen en Sociedad Industrial, Sociedad Agraria, Primer Mundo, Tercer Mundo, Norte, Sur. Y las personas han recibido su etiqueta según su origen, la nomenclatura vigente y la época. En la misma operación, las clases, las capas y otras categorías, las poblaciones y las personas inmersas en la miseria material, son catalogadas dentro de la marginación, la pobreza o la pobreza extrema.

En algunas concepciones se han fundido o confundido las ideas de desarrollo y de progreso. Así, el desarrollo ha sido visto como avance, ensanchamiento, crecimiento, mejoría, complejidad. Otros análisis de los procesos sociales evidencian involuciones históricas en las que se crean miseria, estrechez y pérdida, y se generan peores condiciones de vida que las existentes anteriormente. Esto ha sucedido precisamente en países donde se planearon despegues de sociedades tercermundistas hacia el desarrollo y el progreso.

El progreso

En el nuevo paradigma del desarrollo humano, el progreso figura también como una categoría compleja: tiene sentido concreto e histórico; no es absoluto, no es indefectible ni forma parte de la evolución.

La medida del progreso es dada por las necesidades vitales y la privación humanas. El grado y el contenido de la privación humana conforman el piso de las necesidades. Las maneras de satisfacerlas, los bienes y los recursos generados y destinados para ese fin son lo que constituye al progreso. Por esta razón, los criterios para identificar las necesidades y la privación son los mismos para ambas: la salud, la educación, la producción de alimentos y el estado de la nutrición, el ingreso, el empleo, la pobreza y la participación social. En esta dimensión, cobran relevancia la situación de las mujeres y la de la infancia, el medio ambiente, la política, los conflictos, la guerra y, desde luego, la vitalidad de la cultura y del entramado social.

El desarrollo sustentable

Cada país, cada pueblo y las personas que los constituyen, son unidades complejas, diversas, heterogéneas. Poseen recursos, realizan intercambios, enfrentan problemas e idean soluciones. El bienestar y el malvivir están presentes en la vida de los pueblos, las comunidades y las personas. El capital cultural generado por los predecesores es en cada caso enorme, y la gama de privaciones y necesidades humanas desatendidas o ignoradas es dramática. Pero, a diferencia de lo que sucedía en otras épocas, hoy es posible aspirar a satisfacer las necesidades humanas.

Para intentar satisfacer las necesidades, es preciso identificarlas y emprender acciones concretas y efectivas. De no hacerlo el desarrollo no se da. Pero a menudo, si se dejan las soluciones a merced de las fuerzas del mercado y de los intereses más poderosos, suele generalizarse la precariedad en lugar de reducirse. La constancia, la renovación permanente y la dinámica de las necesidades generan maneras variadas y contradictorias de concebir lo que desde ángulos opuestos se denomina desarrollo.

En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD, llamada Cumbre de la Tierra), reunida en Río de Janeiro en 1992, los Estados participantes asumieron el desarrollo sostenible como nuevo paradigma de la humanidad. Ahí aprobaron la Agenda 21 que es el plan de acción para lograr ese desarrollo, también nombrado sustentable.

Lo que se definió entonces como nuestro futuro común, es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las siguientes generaciones para satisfacer las suyas.

Las dos denominaciones mencionadas (sostenible y sustentable) evocan el concepto de continuidad del presente en el futuro. Se trata de un desarrollo que exige transformaciones institucionales orientadas hacia el cambio social gradual y el crecimiento económico autosostenido en condiciones de armonía con el medio ambiente. Es por ello una estrategia destinada a corregir la trayectoria seguida con diferentes matices por todos los países, sobre todo después de la II Guerra Mundial. Esa trayectoria es considerada evidentemente inviable en el mediano y en el corto plazos.

El desarrollo sustentable es una propuesta de construcción y ampliación de la democracia. Abarca los principios enumerados a continuación:

  • La participación de la sociedad civil como protagonista de las acciones en todas sus fases, desde la planeación hasta la ejecución.
  • En los países en que no existe relación adecuada entre el Estado y la ciudadanía, y en donde no se ha conformado una sociedad civil con poder político, el camino del desarrollo sustentable significa optar por el desarrollo social en su relación con el desarrollo ambiental y propiciar cambios para lograr ese objetivo.
  • Es preciso seguir la vía democrática en la necesaria intervención de los Estados en la formulación y en la implementación de las estrategias del desarrollo sustentable.
  • Los Estados que no han definido políticas de compromiso para el desarrollo social y la preservación del medio ambiente, deben modificar sus estructuras, contenidos e instituciones para que contengan los objetivos del desarrollo sustentable; deben, por ello, establecer relaciones de intercambio y colaboración con la sociedad civil.
  • La relación de cooperación es imprescindible entre países con grados diferentes de desarrollo; tal cooperación supone la transferencia recíproca de recursos económicos, científicos, tecnológicos y culturales con el objetivo explícito de lograr una redistribución de bienes y recursos.
  • Las relaciones entre los Estados, las sociedades civiles y los organismos internacionales deben ser democráticas; son, pues, impostergables el reconocimiento jurídico de la globalización y otras medidas destinadas a la articulación de niveles con múltiples protagonistas, así como la aplicación de principios básicos para la reforma del Estado, la sociedad y las relaciones mundiales.

Para hacer viable este ambicioso proyecto, la ONU creó una comisión cuyas funciones se dirigen tanto a lograr la paz como a edificar el desarrollo sustentable.

El desarrollo humano sustentable o a escala humana

El paradigma se fundaba en una concepción social del desarrollo básicamente economicista y ambientalista. Una vez enunciada, bastó sólo un paso más para formular la tesis del desarrollo humano sustentable, también llamado desarrollo a escala humana.

La hipótesis básica de esta visión más amplia y concreta puede exponerse así: las sociedades se transforman al resolver práctica y culturalmente sus necesidades y sus conflictos; al hacerlo surgen nuevas necesidades y nuevos conflictos, al tiempo que es posible generar recursos, capacidades y creatividad para enfrentarlos.

El principio filosófico del desarrollo humano sustentable se refiere a la permanente generación humana de necesidades, aspiraciones y expectativas, y al imperativo de inventar formas creativas de atenderlas sin perjudicar a las sociedades, a las comunidades, a las personas ni al medio ambiente.

La dimensión humana del desarrollo es otro cambio paradigmático que abre una perspectiva completamente nueva para redefinir el acercamiento convencional al desarrollo.

Desde esa nueva perspectiva, los seres humanos finalmente podrán convertirse en principal objeto y sujeto de su acción: ya no serán una abstracción económica sino una viviente realidad operativa; ya no serán víctimas indefensas sino guías de los procesos

de desarrollo cuyo control no ha estado en sus manos.

Ese desarrollo se concentra y se sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de una creciente autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado.

Necesidad, posibilidades y vías del desarrollo humano sustentable

La idea de impulsar este desarrollo parte de la conciencia de varias posibilidades futuras:

  • La destrucción mutuamente asegurada de la humanidad debido al holocausto nuclear o a otras formas de devastación del medio ambiente.
  • La barbarización del mundo con la consolidación de burbujas de enorme riqueza rodeadas de barricadas de protección entre ellas e inmensos territorios de pobreza y miseria, con regímenes represivos que cooperarán con los ricos para imponer condiciones de vida cada vez peores a los pobres.

La solidaridad mutuamente asegurada, que puede lograrse transitando de la racionalidad dominante sustentada en la competencia económica ciega y la codicia (es decir, de la destrucción mutuamente asegurada) a otra racionalidad basada en la solidaridad y en la distribución equitativa de los productos del esfuerzo común.

El conjunto de procesos de conservación y ampliación de los recursos ambientales, históricos, sociales y culturales, y los cambios sociales que generan los seres humanos al buscar la satisfacción de sus necesidades y la consecución de sus fines, configuran el desarrollo humano. Concebirlo así implica una concordancia en tres ejes filosóficos fundamentales:

  • El supuesto de necesidades humanas universales. Esta concepción recrea la filosofía de la unidad humana y se opone a las que establecen rangos desiguales de necesidades con el argumento de que determinados pueblos y sujetos tienen menos necesidades o necesidades de menor nivel, cuya atención es postergable o prescindible.
  • El reconocimiento de la diversidad y la complejidad de las necesidades: Además de sus necesidades universales, cada grupo social tiene necesidades específicas y maneras propias de enfrentarlas. La ética que estructura esta concepción se traduce políticamente en la necesidad de armonizar la diversidad y la complejidad, en impulsar fórmulas tendientes a estimular la cohesión social y en construir el bienestar y el bienvivir de mujeres y hombres. Optar por este desarrollo exige esfuerzos sostenidos para enfrentar los conflictos debidos al estado de la cohesión social y a la limitación del bienestar a unos cuantos.
  • El quehacer humano es la historia misma, creada en la interacción social y en la relación humana con la naturaleza. En esta perspectiva, las relaciones sociales y las actividades humanas pueden ser dirigidas hacia la satisfacción de las necesidades. Es posible, pues, un nuevo pacto social para, en cada caso, reconocerlas y definir cómo colmarlas. Este principio significa la posibilidad de construir la voluntad histórica, y es antagónico con la concepción del destino y de las determinaciones metahistóricas.

Conviene estar alerta ante el planteamiento del desarrollo como categoría universal que no admite contenidos particulares. De esa manera suele sustituirse la universalidad por modelos particulares como si fueran universales, para convertirlos en el techo de la satisfacción de necesidades supuestamente universales que no se detienen en ninguna particularidad. En la misma forma, frecuentemente sólo se concibe la legitimidad de lo propio erigiéndolo en prototipo etnocéntrico para, simultáneamente, legitimar el derecho a determinado camino y tratar de universalizarlo como obligatorio para todos.

El desarrollo humano no puede considerarse como entidad de homogeneidades. Pero con frecuencia predomina una visión homogeneizadora. Esta se apoya en dos ejes:

  • El contenido de vida de las sociedades consideradas más avanzadas en lo que toca a solución de problemas y satisfacción de necesidades a través de procesos democráticos y eficaces.

Determinados ideales utópicos convertidos en modelo para sociedades que no poseen satisfactores de vida correspondientes a parámetros imaginarios.

En ambos casos, las vías, los modos de vida y las culturas de las sociedades definidas como desarrolladas se conciben como paradigma del desarrollo de las sociedades que no son consideradas tales. En otros análisis, la precariedad se debe a la subordinación de países y sujetos carenciados respecto de los que se colocan en la punta del desarrollo.

También hay que mantener la atención ante la tendencia fragmentaria y determinista de algunos proyectos. Estos dan más peso a unos aspectos que a otros, ignoran ámbitos básicos, se centran sobre todo en indicadores macroeconómicos cuantitativos y ponen el mayor énfasis en el crecimiento económico, la producción, la generación de riqueza, el ingreso o el empleo, sin relacionarlos con el desarrollo social y el bienestar.

Con el desarrollo a escala humana se construyen condiciones sociales, económicas, políticas, jurídicas y culturales que permitan a todos y todas contar equitativamente con educación, salud, techo y alimentación adecuados, participar en esa construcción y acceder al trabajo, a la posesión de bienes y a la diversificación de actividades.

Para avanzar en el desarrollo humano se plantea la necesidad de que éste concuerde con cada modo de vida específico (selvático, rural, urbano, industrial, agrario, comercial...), y de que asegure el acceso de personas y comunidades a bienes, recursos y servicios sociales. Es una perspectiva de redistribución de la riqueza material y simbólica y de su cuidado, preservación e incremento.

El desarrollo humano exige la participación de personas y comunidades en las acciones que les conciernen, con la capacidad ciudadana para intervenir en todas las esferas de decisión. La metodología del desarrollo humano incluye, por lo tanto, democracia, seguridad y condiciones de paz y convivencia solidaria.

Componentes básicos del desarrollo sustentable o a escala humana

El desarrollo humano se distingue porque precisa la articulación de cuatro componentes esenciales: equidad, sustentabilidad, productividad y empoderamiento.

Equidad

El principio de equidad es imprescindible porque el desarrollo humano implica la diversidad y reconoce las enormes desigualdades actuales en el acceso a oportunidades para mejorar la vida y participar en los procesos sociales.

Es prioritario establecer criterios de equidad en el tratamiento de la desigualdad, pues no basta con mencionar la equidad para dar cuenta de las situaciones de mujeres y hombres, y de la inequidad presente en las relaciones entre ellas y ellos. La construcción del desarrollo precisa de la Perspectiva de Género y, por ello, no puede restringirse a la equidad entre pueblos, tradiciones, grupos y categorías sociales. La equidad genérica debe estar presente en la planificación del desarrollo, la distribución de los recursos y las acciones prácticas en cualquiera de sus aspectos (aciones públicas y civiles, reforma del Estado, crítica y renovación cultural...). Un sentido filosófico de impulsar el desarrollo a escala humana es el de intervenir decididamente en la edificación de la igualdad entre mujeres y hombres. De otra manera, sería imposible superar las trabas milenarias que en todos los planos impone al desarrollo la desigualdad genérica.

Sustentabilidad

El principio de sustentabilidad contiene la visión filosófica referida al derecho de las generaciones siguientes a disfrutar por lo menos del mismo bienestar actual. Generalmente se piensa que la sustentabilidad es nada más preservación y renovación de los recursos naturales. Pero ése es sólo un aspecto del desarrollo sustentable. En el paradigma se trata más bien de hallar alternativas para sustentar todas las formas de capital humano (social, cultural, psíquico, intelectual, financiero, medio ambiental...), pues despilfarrar cualquiera de ellas es despojar a las generaciones que vienen de sus oportunidades. Es la vida humana la que debe ser sustentada.

Sustentabilidad es el principio dinámico de la relación humana con el medio ambiente y con todo lo que abarca a lo social y a lo cultural. El principio ético de la centralidad de lo humano y el dinamismo de la Perspectiva de Género tienen un impacto político específico cuando se comprende que sustentabilidad no significa sostener los actuales niveles de pobreza y privación humanas. El presente miserable e inaceptable para la mayoría de los seres humanos debe ser transformado antes que ser sostenido. Lo que debe reconstituirse y sostenerse es el conjunto de oportunidades para la vida, no la privación humana.

El principio de sustentabilidad es complejo y de difícil aplicación. Conceptualizarlo requiere valorar en primer lugar lo humano y ver todo lo demás en función de las mujeres, los hombres y sus comunidades. Así, la sustentabilidad contraviene los intereses de cualquier tipo que monopolicen el dispendio de bienes y recursos, el despilfarro y la destrucción de lo que se ha llamado capital humano.

La sustentabilidad prefigura el acceso igualitario a las oportunidades de desarrollo, hoy y en el futuro. Es por ello el principio de la equidad intrageneracional e intergeneracional.

Con todo, se ha señalado que la situación actual es de tal manera incierta, que resulta casi paradójico preocuparse por el futuro. Porque hay quienes con urgencia se afanan en proteger un futuro lejano de las formas de un destino que despiertan tan poca preocupación y suscitan tan pocas medidas cuando se padecen hoy. Porque hay muchos discursos en los que la sustentabilidad está de moda no a pesar de su vaguedad, sino debido a esa vaguedad.

Productividad

Para aplicarse y alcanzar su potencial humano, el principio de la productividad requiere de inversiones en la gente y de un contexto económico adecuado. La productividad es parte de enfoques del desarrollo que no ven a la gente en términos humanos, extreman al máximo el esfuerzo del trabajo y se centran en el incremento de las ganancias del capital. Con esa idea, las metas del desarrollo no son concebidas ni traducidas en términos de mejoramiento de las condiciones de vida de las personas a quienes se trata como asalariados dependientes y no como sujetos del desarrollo social y personal

Cuando se establecen parámetros estandarizados para la productividad, ésta se vuelva compulsiva y en ella se ignoran las condiciones sociales, culturales y económicas de quienes producen, cuyo trabajo es mal retribuido y si acaso el pago por él apenas satisface las necesidades vitales. Con la mira puesta en el lucro, se anulan formas de producción y productos para imponer la elaboración de bienes ajenos a las necesidades de quienes producen, sin considerar los daños que se les ocasionan.

Igualmente, para alcanzar metas de productividad rentables, se tiende a desconocer las condiciones socioeconómicas regionales o locales. Y buena parte de la producción se hace en condiciones infrahumanas de vida y de trabajo. La miseria es uno de los resultados más refinados de este tipo de productividad destinada a obtener enormes ganancias basadas en los bajos salarios, en la ausencia de derechos laborales y en el mantenimiento de millones de personas subempleadas o desempleadas a quienes se trata como prescindibles: tales son las estrategias del desarrollo inhumano o antihumano.

En contraste, la productividad del desarrollo humano o a escala humana se vincula de manera directa con la sustentabilidad intrageneracional e intergeneracional, con la equidad y con el empoderamiento.

En esta perspectiva del desarrollo humano, lo prioritario está en el presente y en encontrar salidas a las condiciones de vida de quienes padecen miseria, así como en ampliar el disfrute de quienes se benefician del desarrollo y viven en condiciones adecuadas y suficientes, pero también con necesidades nuevas.

Se trata de hallar alternativas para problemas ligados de manera general o específica, por ejemplo, a la contaminación del medio ambiente, al agotamiento de recursos, al armamentismo, a la violencia y a las múltiples formas de dominio prevalecientes en el mundo, entre ellas la violencia de género.

Para el desarrollo humano sustentable es prioritario enfrentar esos problemas mundiales en todos los ámbitos porque afectan a todas las personas y a las comunidades. A algunas les parecen lejanos mientras que para otras son el aquí el ahora. Pero las alternativas a problemas como la desertificación de la tierra, el hacinamiento urbano, las migraciones, las hambrunas, las epidemias, las guerras y sus secuelas de muerte y devastación, o catástrofes naturales, aunque se presenten en dimensiones locales, dependen de acciones, recursos y concertaciones mundiales.

Cuando la productividad no se plantea desde la Perspectiva de Género pueden pasar inadvertidas, y por lo tanto no ser atendidas, las disparidades, las inequidades y las asimetrías que separan a mujeres y hombres. Las condiciones y las vivencias de la producción son diferentes debido a las condiciones de género. Las mujeres y los hombres tienen cargas de trabajo, funciones, roles, actividades diferentes e inequitativas. Así conviven y se relacionan de diversas maneras y desde ésas diferencias compiten.

Cuando los criterios de la productividad, de la eficacia y de la eficiencia no parten de la diferencia genérica, contribuyen a sobrecargar a las mujeres de trabajo y a aprovechar el ínfimo valor asignado al trabajo femenino. Hoy existen amplias franjas sociales improductivas por impedimentos diversos, que son sostenidas por pequeñas franjas productivas compuestas mayoritariamente por mujeres. Ellas trabajan de manera extenuante y rara vez son retribuidas de manera correspondiente a su esfuerzo vital, se insertan en las instituciones sociales o ejercen y desarrollan derechos.

Para el desarrollo humano con Perspectiva de Género, la equidad es principio básico de la imprescindible reformulación de los criterios de productividad: para tomar en cuenta las distintas cargas sociales de mujeres y hombres, y también para establecer criterios diferenciales e impulsar mecanismos que impidan las dobles y múltiples jornadas de las mujeres, la fragmentación de sus actividades y la desvalorización e invisibilización de su trabajo y sus capacidades.

De la misma manera, es preciso comenzar a cancelar los privilegios masculinos que exentan a los hombres de los trabajos domésticos y demasiado a menudo de las responsabilidades paternas, conyugales y familiares.

Si se planifica el desarrollo con equidad de género, es posible comenzar a restructurar la organización del trabajo en relación con la vida cotidiana y descubrir nuevas formas de cumplir las funciones que hoy son asignadas en exclusiva a las mujeres.

En lo expuesto hasta aquí son evidentes los elementos en que se cimienta la pobreza genérica de las mujeres. Definirlos, comprenderlos y construir la voluntad social para eliminarlos es en fin de cuentas concebir una revolución de la vida cotidiana y de la organización genérica del mundo, que es necesidad vital de género para las mujeres.

Finalmente, hay que recordar que hoy la elevación de la productividad no incrementa automáticamente la parte de la riqueza económica, social, cultural y política apropiable a través del trabajo. Por el contrario, hoy es preciso trabajar mucho más para obtener mucho menos, y en muchos países producir no se traduce en acceso a los servicios, ejercicio de derechos, mejoría de los niveles de vida ni habilitación para la participación democrática.

La producción no siempre está asociada a la obtención de satisfactores suficientes para las necesidades vitales, a la reducción de privaciones ni a ir en el sentido del progreso y del desarrollo personal y comunitario. Por el contrario, incontables productores, mujeres y hombres, sobreviven marginados de las esferas sociales de los derechos y los beneficios, y sólo se integran en los circuitos del trabajo de menor jerarquía y del consumo precario. Pocas veces hallamos a la producción articulada con la ciudadanía o en correspondencia con las ofertas de la modernidad.

Empoderamiento y equiparación humana

El empoderamiento es fundamental en el paradigma del desarrollo humano. Se basa en la concepción del poder como atributo de las personas, de cada una de ellas y de los grupos sociales que han vivido sometidos al monopolio del dominio establecido y ejercido por otros grupos sociales cada vez más reducidos.

Con respecto al poder, el desarrollo a escala humana se concibió para contribuir a transformar el orden del dominio. Por ello, se distancia tanto del autoritarismo como de la caridad, el asistencialismo y el paternalismo.

Este es un paradigma del poder en la modernidad y corresponde filosóficamente con la ubicación de lo humano en el centro de todo. En este sentido, el poder es el conjunto de poderes para vivir, para desarrollarse y para gozar del bienestar y del bienvivir. Se trata de los poderes para acceder a una buena calidad de la vida sin dañar la vida de otras personas.

El empoderamiento es el conjunto de acciones con que, quienes carecen del poder de dominio social, crean y acumulan nuevos poderes de sentido no opresivo o antiopresivo. Estos poderes se ejercen sobre todo en las esferas de la negociación política. De esa manera, quienes no lo eran se convierten en protagonistas. Así, en su accionar cotidiano avanzan hacia formas a veces inéditas con que llegan a construir y consolidar cambios reales en la interacción ciudadana y entre la ciudadanía y las instituciones donde obtienen solución y satisfacción, aunque sea parcial, a las problemáticas que plantean y a las demandas que enarbolan.

Para ello, no les es imprescindible un discurso filosófico, teórico o partidista. Pero de todos modos se trata de expresiones del proceso, no siempre conciente ni voluntario, de creación, acumulación y ejercicio de esos poderes, y de legitimidades sociales.

El empoderamiento o creación de poderes y habilidades de orientación democrática, se conforma con las experiencias de quienes se convierten en protagonistas viniendo de un intercambio social en el que han vivido situaciones de dependencia, desigualdad, inequidad, injusticia y discriminación opresivas que los han mantenido al margen de su propia representación en la toma de decisiones que les conciernen de manera directa.

Aunque el empoderamiento se observe sólo desde el punto de vista de las reivindicaciones y de las acciones puntuales, genera y pone en marcha relaciones en que los sujetos subordinados intervienen en los espacios de confrontación, con atributos y elementos que ellos mismos crean o renuevan, acumulan y hacen jugar en la arena social para su existencia, su sobrevivencia y su participación en el desarrollo.

Como construcción alternativa al poder de dominio, el empoderamiento ha sido producto del esfuerzo realizado en todo el mundo mediante la organización y las acciones de incontables personas, grupos, organismos, redes, frentes, asociaciones gremiales, vecinales, cooperativistas, productores, colonos, desempleados, desamparados y de muchos otros tipos.

En la escala mundial, son ejemplos de empoderamiento efectivo los movimientos de las mujeres y, en ciertos países, los de los grupos indígenas, los de quienes desmantelaron el apartheid y todos los demás en que los diferentes construyen su derecho a existir, a ser reconocidos, a participar y a ser tomados en cuenta con sus exigencias específicas para acceder al bienestar, elevar la calidad de la vida y vivir con seguridad, con libertad y bajo reglas justas y respetadas.

El empoderamiento es hoy resultado del esfuerzo de millones de excluidos y excluidas, personas y comunidades, cuyos poderes les han sido expropiados, no han sido reconocidos, o han sido menguados e invisibilizados mediante todas las formas de la dominación patriarcal.

En el proceso de empoderamiento cuentan también las acciones y los recursos aportados por quienes sí se han beneficiado del desarrollo, tienen poderes y derechos, y no aceptan el orden de los privilegios prevalecientes. En el empoderamiento confluyen mujeres y hombres dispuestos a compartir en la cotidianidad la ética de paridad entre humanos y humanas.

Considerar a cada vida humana como equivalente a todas y cada una de las otras vidas humanas, es un principio fundamental de los Derechos Humanos que aún permanece como aspiración. Este principio cimienta las concepciones de equiparación de todos los seres humanos con las que el mundo está transitando hacia el tercer milenio.

La democracia en todos sentidos es el contenido global de los planteamientos y principios relacionados con el desarrollo humano. Se trata del desarrollo realizado por la gente, con su participación en las actividades y en los procesos que definen sus vidas.

En el camino hacia la equiparación, el proceso de empoderamiento puede llevar a las personas a estar en posición de ejercer su capacidad de elegir de acuerdo con su propio y libre deseo. El empoderamiento implica la situación democrática en la que cada quien puede influir en las decisiones sobre su propia vida, y en la que el poder se descentraliza para que la gobernabilidad sea llevada a las puertas de cada persona. Esto significará que la sociedad civil, en particular quienes activan en las organizaciones civiles, participe en la toma y en la ejecución de las decisiones.

Hay quienes afirman que el empoderamiento requiere del liberalismo económico para que la gente esté libre de regulaciones y controles económicos excesivos. Los procesos de empoderamiento pueden desarrollarse cuando las personas cuentan con recursos para enfrentar las exigencias y la competencia en el mercado. Por eso es fundamental movilizar fondos y atender la educación y la salud que dan a las personas las capacidades para emprender acciones que les permitan vivir nuevas experiencias.

Desde la Perspectiva de Género, el empoderamiento es imprescindible para que hombres y mujeres puedan competir en igualdad de condiciones sin dar por sentada ninguna equidad que no existe. Alcanzar esa igualdad exige múltiples acciones políticas para enfrentar conflictos y luchas de dominio.

No es fácil que las mujeres y otros oprimidos se empoderen, pues las fuerzas del antiempoderamiento y del desempoderamiento se protegen contra cualquier reducción de su dominio, particularmente si éste es de género. El empoderamiento de las mujeres implica la desaparición de mecanismos patriarcales de poder, pues hace inobjetable la urgencia de cambiar normas, creencias, mentalidades, usos y costumbres, así como de construir y ejercer derechos aún no formulados.

Orientaciones del paradigma de desarrollo humano sustentable

El paradigma del desarrollo humano es la conjugación interactiva de los principios de sustentabilidad, equidad, productividad y empoderamiento. Al definirlo, se busca realizar acciones públicas y civiles encaminadas en las direcciones siguientes:

  • Abatir la pobreza y las miserias humanas.
  • Lograr el crecimiento económico y la redistribución equitativa de la riqueza en el mundo.
  • Desmantelar los órdenes del poder de dominio.
  • Desactivar la violencia como principio de convivencia.
  • Establecer los principios éticos de respeto, negociación y pactos para la coexistencia.
  • Proteger, desarrollar y renovar todas la formas del capital, incluido el capital cultural, el medio ambiente y todos los recursos.
  • Detener las guerras que son el camino de la destrucción de la vida humana, del medio ambiente y de los recursos y los legados de las comunidades.
  • Construir la democracia y la paz en todos los ámbitos y niveles, y entre todos los sujetos sociales.
  • Edificar la democracia genérica, cotidiana y vital.
  • Ampliar los mecanismos internacionales, nacionales y regionales de cooperación.

Para convertir en realidad los proyectos de aplicación del paradigma de desarrollo humano, se requiere el florecimiento de la sociedad civil y la reforma democrática del Estado, así como la convivencia internacional sustentada en la cooperación. Todo ello a partir de un amplio intercambio equitativo no sólo económico, sino cultural y político.

Para abrir paso a una cultura que se base en la ética de los derechos y el desarrollo humano, es imprescindible impulsar la solidaridad y la cooperación con el enriquecimiento de la vida da cada quien como principio del desarrollo social compartido.

Lectura 11:

Maurice Godelier. La producción de grandes hombres. Poder y dominación masculina entre los baruya de Nueva Guinea. Akal, Madrid, 1986. Páginas 7-12.

Maurice Godelier. La producción de grandes hombres. Poder y dominación masculina entre los baruya de Nueva Guinea. Akal, Madrid, 1986. Páginas 7-12.

El libro de Godelier, que se publicó por primera vez en 1982, estudia los procesos en los que en la sociedad baruya los hombres se elevan por encima de las mujeres y algunos hombres por encima de los demás hombres basándose en los mitos que legitiman su poder exclusivo porque su sexo les da el derecho de realizar las funciones de mayor importancia en su sociedad.

 


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