VIOLENCIA MASCULINA: ¿UN MITO?

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VIOLENCIA MASCULINA: ¿UN MITO?

 

Por Ben Wadham
Título original: The myth of male violence?
Traducción: Laura E. Asturias

¿Perpetran las mujeres tanta violencia doméstica como los hombres, y son los hombres víctimas de ésta tan frecuentemente como ellas?
Ben Wadham analiza las evidencias.


Con un creciente interés en los hombres y la masculinidad, se evidencia un cambio en la conciencia y la comprensión de las relaciones de género y de poder. Esta conciencia está inherentemente influenciada por la forma en que se nos socializa como individuos dentro de tales relaciones. En este mundo occidental de lógica racional, una parte del diálogo emergente es limitada y adversa en su naturaleza. Un ejemplo significativo es el reciente surgimiento de literatura que sugiere que las mujeres perpetran tanta violencia doméstica como los hombres, y que hay tantos hombres víctimas de ésta como las hay mujeres.

Investigación y literatura recientes de John Coochey, la Red por la Igualdad de las Personas (People's Equality Network -PEN-) y Katherine Dunn afirman que las representaciones contemporáneas de la violencia masculina son falsas. Estos autores argumentan que la violencia doméstica perpetrada por mujeres es tan prevalente como la cometida por hombres. Sugieren que las organizaciones y servicios para la violencia doméstica, así como algunas mujeres prominentes en este campo, manipulan las estadísticas y activamente mantienen una falsa representación de la violencia doméstica por razones políticas y financieras.

Coochey, en particular, se concentra en denigrar la reciente y actual investigación sobre violencia doméstica que predominantemente toma en consideración la violencia de los hombres contra las mujeres. No presenta perspectivas actuales o conocimientos sobre la violencia doméstica, ofreciendo, por ejemplo, una alternativa que considere la naturaleza de género de los actos violentos de hombres y mujeres contra sus parejas. Pasajes tales como "En estos días, la gente acepta aun las cosas más descabelladas, siempre y cuando las mujeres parezcan ser las víctimas y, particularmente, si dan una mala imagen a los hombres", expresan una postura conspiradora y antagonista. ¿Es esto necesario?

El desarrollo de esta postura denota los fuertes sentimientos de rechazo, en muchos hombres, hacia todo aquello que los presente negativamente. Es importante reconocer que muchas corrientes del feminismo y la literatura pro-feminista no adoptan la línea de "todos los hombres son violadores" aunque critiquen elementos de la masculinidad. En la mayoría de paradigmas feministas, la masculinidad es vista como una construcción y, como tal, refleja toda una gama de relaciones de poder e intereses dominantes, en lugar de ser esencialmente "masculina". El hecho de que la mayor parte de las investigaciones sobre violencia doméstica reporte predominantemente violencia de los hombres contra las mujeres no constituye un ataque personalizado contra los hombres, sino una representación de cómo la violencia masculina amenaza la seguridad de mujeres y hombres.

 

Los hombres como víctimas

Existe, por supuesto, cierta incidencia de violencia de mujeres contra hombres. Los registros de la policía y las cortes en los EUA muestran consistentemente que un 5 por ciento de hombres son víctimas de violencia doméstica (Dobash y colegas), lo que expresa la necesidad de considerar la experiencia de los hombres de violencia perpetrada por su compañera. Existe, sin embargo, una mayor necesidad de desarrollar un marco sólido y de contexto para comprender la epidemiología de la violencia masculina y femenina. Lo que resulta problemático es el desarrollo de un argumento que sugiere que los hombres y las mujeres perpetran formas y niveles de violencia idénticos como justificación para la reasignación de servicios y recursos. Y es esencialmente problemático cuando dicho argumento se basa en un modelo de investigación que Coochey, Dunn y PEN citan constantemente.

La investigación utilizada por Coochey, Dunn y PEN para apoyar el argumento de que la violencia es neutral es un estudio estadounidense intitulado Tras puertas cerradas (Behind closed doors), por Straus, Gelles y Steinmetz en 1980. Se trata de una encuesta de incidencia, diseñada para identificar cuánta violencia está ocurriendo en los hogares del país, y que ha sido realizada varias veces. Se aplican cuestionarios mediante una encuesta telefónica y la información se coteja de acuerdo a la "Escala de Tácticas en Conflicto" ("Conflict Tactics Scale" o CTS).

Durante la encuesta, la persona que entrevista plantea una serie de preguntas ya sea al esposo o a la esposa (nunca a ambos) en hogares seleccionados al azar. Las preguntas de la CTS se plantean en torno a cómo la pareja resuelve sus desacuerdos. A la persona entrevistada se le presenta una lista de 18 actos que van desde discutir tranquilamente y llorar hasta lanzar algún objeto o golpear a su pareja. Estos actos clasificados pretenden medir tres cosas -- "razonamiento", "agresión verbal" y "agresión física"-- en una escala de violencia leve a violencia severa.

Las estadísticas citadas por Coochey, PEN y Dunn son principalmente reportadas en estudios que utilizan la CTS. PEN también basa su análisis en otro modelo de investigación utilizado por las VicHealth Injury Surveillance Statistics (VISS). Los hallazgos de estos modelos de investigación muestran igual incidencia y prevalencia de violencia masculina y femenina. Steinmetz también utilizó el tipo de datos de la CTS para proclamar el "síndrome del esposo maltratado" en 1978 y existe una serie de estudios adicionales que utilizaron la CTS como herramienta metodológica y que arrojaron resultados.

Incesantemente, Coochey cita cifras del estudio de Straus y colegas de 1980. Afirma, por ejemplo, que "uno de cada tres hogares experimenta algún grado de violencia doméstica, pero en la mitad de los casos es la mujer la perpetradora" y usa este hallazgo para apoyar el argumento de que la violencia es neutral. Adicionalmente, PEN sugiere que "sólo aquellos estudios que puedan ser útiles en el futuro, tales como el realizado por Straus y sus colegas en los Estados Unidos, aplican exactamente metodologías equivalentes a la experiencia de violencia doméstica de hombres y mujeres". Dunn cita a Straus y colegas (1980): "En aproximadamente la mitad de los casos de golpes mutuos, las mujeres fueron las instigadoras, las primeras en abofetear o lanzar algún objeto. La violencia masculina contra esposas pasivas ocurrió en una cuarta parte de los incidentes; en otra cuarta parte de los incidentes, fueron las mujeres quienes atacaron a parejas no violentas". Straus y sus colegas concluyen en su estudio que "las mujeres no sólo se involucran en violencia física tan frecuentemente como los hombres, sino que inician los actos violentos tan frecuentemente como ellos".

Estos hallazgos son seriamente incongruentes con la mayor parte de literatura sobre violencia doméstica. Todos los datos de encuestas sobre victimización criminal, de ingresos a hospitales, registros policiales, órdenes judiciales y búsqueda de refugio muestran que las mujeres son persistentemente las víctimas de los ataques reportados. Dobash y sus colegas sugieren que los registros policiales y judiciales constantemente indican que las mujeres constituyen entre el 90 y 95 por ciento de las víctimas de tales ataques. La forma en que autores tales como Straus y colegas y Coochey pueden desarrollar el argumento de la "simetría sexual en la violencia doméstica" consiste en utilizar una metodología altamente sospechosa.

 

Síndrome de datos maltratados

Existen problemas considerables con la metodología de Straus y sus colegas (1980). En primer lugar, las preguntas de la encuesta no pueden diferenciar entre intención y efecto. La CTS no contextualiza la violencia; los actos de violencia no son considerados en relación a los eventos que condujeron al acto, y no se toman en cuenta las consecuencias (por ejemplo, el grado de lastimadura o el grado de temor). Adicionalmente, la diferenciación entre tipos de actos de violencia es pobre. Por ejemplo, las patadas, las mordidas, los golpes, la intención de golpear con algún objeto o de estrangular, el amenazar con un cuchillo o el disparar un arma son todos, ingenuamente, clasificados como "violencia severa". No es difícil darse cuenta de que el que un hombre abofetee a una mujer es un acto cualitativamente diferente del que una mujer abofetee a un hombre, en términos de potencial para lastimar, de nivel de fuerza, de nivel de temor y del contexto histórico en el que tales actos ocurren.

Otro problema importante es que los estudios de Straus abarcan sólo un año, por lo que excluyen la posible historia de violencia que podría llevar a una respuesta violenta y, de nuevo, se descontextualiza la violencia. Además, no hay manera de validar los alegatos de las personas, ya que sólo se entrevista a una persona de la pareja. Estudios realizados por Szinovacz y Jouriles y por O'Leary revelan que los relatos conyugales de violencia difieren significativamente. Esto apoya el conocimiento común de que dos personas en una relación violenta dan descripciones y relatos diferentes de su experiencia de violencia.

Adicionalmente, Coochey, Dunn y PEN usan selectivamente el estudio Tras puertas cerradas. Aun Straus y sus colegas (1980) destacan una serie de razones por las cuales el abuso contra las mujeres debería seguir siendo el enfoque de la intervención. Los maridos presentan las tasas más elevadas de las conductas más peligrosas, repiten sus actos de violencia más frecuentemente y tienen un mayor potencial de hacer daño debido a su diferencia de tamaño y fuerza; las esposas están económicamente atrapadas en el matrimonio más frecuentemente que los maridos, y muchas esposas podrían estar utilizando la violencia para defenderse. Aunque el argumento de "hombres víctimas" pretende apoyar el "síndrome de esposo maltratado", lo único que logra es apoyar el "síndrome de datos maltratados".

El argumento de quienes presentan a los "hombres como víctimas" tiene un fuerte impacto, como también lo tienen las simplistas presentaciones de la violencia, en los medios de comunicación, que han motivado su surgimiento. Está basado en la idea de que los incidentes similares de conducta violenta significan que la violencia, las circunstancias que conducen a ésta y los efectos y consecuencias de la violencia también son los mismos. Coochey en particular omite apuntar que el estudio Tras puertas cerradas también mostró que en los casos en que ambas personas eran violentas, el 44 por ciento de los maridos utilizó un mayor nivel de violencia que su pareja, en comparación con el 23 por ciento de las mujeres que utilizaron un mayor grado de violencia. Tampoco menciona que el estudio reveló que el riesgo de victimización para las mujeres es mayor debido a significativas diferencias de tamaño y la relativa falta de experiencia de "combate" (Saunders, p. 49). En promedio, al momento del estudio, los hombres eran 45 libras más pesados y 4-5 pulgadas más altos que las mujeres.

El estudio de Straus y sus colegas también mostró que cuando las mujeres utilizan la violencia, es más probable que lo hagan contra un compañero violento que uno no violento. Esto hace pensar en la forma y las razones de la violencia de las mujeres contra los hombres. El artículo de PEN cita cifras de la investigación VISS que sugieren que los hombres sufren más laceraciones y heridas punzocortantes que las mujeres víctimas de violencia doméstica. Las mujeres tenían más probabilidades de presentar moretes, inflamaciones y dolor. El estudio también señala que las mujeres usaban cuchillos dos veces más que los hombres como armas de violencia doméstica. Este dato ha sido utilizado para sugerir no sólo que la agresión entre hombres y mujeres es similar, sino que las mujeres son más brutales. Esto, sin embargo, no toma en consideración las razones y motivaciones para la violencia. Por ejemplo, Straus mostró que las amenazas de los hombres de usar armas estaban altamente asociadas con el uso de éstas, mientras que las mismas amenazas de las mujeres no estaban tan altamente asociadas con el uso real de armas. Esto sugiere que, en las mujeres, la amenaza de usar un arma, combinada con alguna violencia real, es una medida de defensa personal, mientras que las amenazas de los hombres, combinadas con el uso de armas, sugieren una intención real de control.

Adicionalmente, las consecuencias de la violencia necesitan ser consideradas. Si una mujer empuja o da una bofetada a un hombre, esto puede causar cólera o aun risa en él; un empujón o una bofetada proveniente del hombre puede causar más daño y terror. Esta falta de fuerza física puede provocar que las mujeres, cuando sí se defienden, usen armas por su propia seguridad o como un ecualizador.

Más aún, si seguimos la línea de Coochey, Dunn y PEN, nos restringimos a considerar la violencia doméstica como discreta en comparación con otras formas de violencia. Sin embargo, la violencia no se limita a la esfera doméstica y, desafortunadamente, los hombres cometen el 91 por ciento de los homicidios, el 90 por ciento de los asaltos y casi la totalidad de los ataques sexuales y los robos en Australia (Egger, 1995). Los hombres son también predominantemente las víctimas de violencia a manos de otros hombres (Egger, 1995).

Es contraintuitivo sugerir que las mujeres perpetran las mismas clases de actos violentos, en las mismas formas y por las mismas razones que lo hacen los hombres. Históricamente, han sido los hombres quienes predominantemente han dirigido ejércitos, iniciado guerras y comandado expediciones para conquistar y colonizar otras naciones. Más aún, personalmente, como hombre, son otros hombres quienes amenazan mis sentimientos de seguridad, no las mujeres.

Para mí, esto implica que los hombres tenemos la obligación y responsabilidad de analizar la violencia masculina, no sólo por el bien de las mujeres, sino también por nuestra propia salud y nuestro bienestar.

 

Hacia adelante

El escribir un artículo que cuestiona la emotiva metodología del argumento de los "hombres como víctimas" tiene el potencial de crear un ambiente de antagonismo. Esto es, sin embargo, lo que intento refutar. Creo que es hora de considerar los verdaderos efectos de los valores masculinos dominantes sobre otras personas en la familia, el trabajo, la política, o en las formas en que percibimos las diferencias en los demás. Los valores masculinos dominantes de negarnos a hablar, a admitir debilidad y a mostrar vulnerabilidad, o las prácticas de control y poder sobre otros, son tácticas exitosas de poder, pero también son los puntos que provocan el colapso en los hombres.

Los hombres que son agredidos por mujeres podrían no reportar estos ataques debido a vergüenza y tensiones con sus ideas sobre la masculinidad, o porque un policía podría reírse de un hombre que reporta violencia pues "un verdadero hombre jamás dejaría que su mujer le pegue". Las investigaciones realizadas hasta la fecha sobre cuestiones que tienen implicaciones para los ideales masculinos en hombres que experimentan violencia femenina son escasas y muy esporádicas. Futuras investigaciones podrían decirnos más sobre estos asuntos. Estas investigaciones, sin embargo, deberían llevarnos a considerar lo que el dominio, el control y la violencia significan para los hombres, y no a una "batalla de víctimas".

La investigación que he criticado no es tanto un llamado a que se dé atención a la violencia femenina, sino, más bien, una representación de los intereses dominantes que persiguen perpetuar las nociones existentes de género y poder. Un enfoque más serio e incluyente debería desafiar estas nociones y dar a las mujeres la atención que la violencia doméstica perpetrada por hombres (95 por ciento de los casos) requiere, y facilitar a ese menor número de hombres (5 por ciento) acceso a servicios que les proporcionen apoyo y seguridad. Un enfoque más serio buscaría mejorar las vidas tanto de los hombres como de las mujeres. Lamentablemente, parece ser que, para muchos hombres, el concepto de la violencia masculina es todavía una píldora demasiado difícil de tragar.

 

Referencias

Coochey, John. "Encuesta sobre violencia doméstica provoca disputas" ("Domestic violence survey provokes a row"), IPA Review, 481. 1995.

Coochey, John. "Todos los hombres son bastardos" ("All men are bastards"), The Independent Monthly, Noviembre de 1995.

Dobash, R.P., Dobash, E.E., Wilson, M. & Daly, M. "El mito de la simetría sexual en la violencia conyugal" ("The myth of sexual symmetry in marital violence"), Social Problems, 391. 1992.

Dunn, K. "Los medios ocultan la verdad sobre la violencia de la mujer en el hogar" ("Media beat-ups conceal truth on female domestic violence"), The Australian, 21 de julio de 1994.

Egger. S. "Una apreciación de la violencia en Australia" ("A preview of violence in Australia"), Violence: Australian perspectives, Australian Institute of Criminology, Canberra: AGPS. 1992.

Jouriles E.N. & O'Leary, K.D. "Confiabilidad interconyugal de la violencia marital" ("Interspousal reliability of marital violence"), Journal of Consulting and Clinical Psychology, 53. 1985.

Newburn, T. & Stanko, E.A. ¿Sólo niños haciendo negocios? (Just boys doing business?), Routledge: London. 1994.

People's Equality Network. Violencia doméstica - Estadísticas recientes en Victoria (Domestic violence -recent statistics in Victoria), Enero de 1995.

Saunders, D.G. "Cuando las mujeres maltratadas usan la violencia: ¿Abuso conyugal o defensa personal? ("When battered women use violence: husband abuse or self defence?"), Victims and Violence, 11. 1986.

Steinmetz, S.K. "El síndrome del esposo maltratado" ("The battered husband syndrome"), Victimology, 2. 1977/78.

Straton, J.C. "El mito del 'síndrome del esposo maltratado'" ("The myth of the 'Battered Husband Syndrome'"), Masculinities: Interdisciplinary Studies on Gender, 24. 1994.

Straus, M.A. "Un enfoque general de teoría de sistemas a la teoría de la violencia entre familiares" ("A general systems theory approach to a theory of violence between family members"), Social Science Information, 12. 1973.

Straus, M.A., Gelles, R.J., & Steinmetz, S.K. Tras puertas cerradas: Violencia en la familia estadounidense (Behind closed doors: violence in the American family), New York: Doubleday/Anchor. 1980.

Szinovacz, M.V. "Utilización de datos de parejas como herramienta metodológica: El caso de la violencia marital" ("Using couple data as a methodological tool: the case of marital violence"), Journal of Marriage and the Family, 45. 1983.


Publicado en la revista XY: men, sex, politics, 6(1), Otoño 1996.
XY, PO Box 26, Ainslie ACT, 2602, Australia
Título original: The myth of male violence?
Traducción: Laura E. Asturias (Guatemala)

 


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